Las escaleras se alzaban como un espiral de cristal, ascendiendo entre reflejos de luz azulada que parecían flotar en el aire. El grupo siguió a Gallagher en silencio hasta llegar al interior de la cúpula.
Bajo la superficie del mar onírico que cubría la Zona de los Recuerdos, en el punto más alto del Arrecife Flujosueño, un hombre descansaba. Su cuerpo reposaba sobre un sofá mullido de cuero oscuro, rodeado de un resplandor suave. Tenía el cabello canoso y corto, y vestía una camisa blanca con tirantes rojos, un abrigo azul doblado cuidadosamente sobre un costado y un fedora adornado con una pluma que descansaba sobre su cabeza.
Sus manos sostenían una burbuja luminosa, tan frágil que parecía latir al ritmo de un sueño que nunca terminaría.
Marzo apretó el borde de su abrigo y murmuró en voz baja.
"¿Está… dormido?"
Gallagher asintió. Su expresión se suavizó de una manera que rara vez mostraba.
"Dormido. Y seguirá así. Sin importar qué tan fuerte sea el ruido, no volverá a despertar."
Nadie habló. Incluso Himeko parecía más solemne que de costumbre. La presencia del anciano irradiaba paz y melancolía, como si su sueño contuviera ecos de una historia que aún deseaba contarse.
"Cada vez que vengo aquí." Continuó Gallagher, apoyando una mano sobre el descansa brazos del sofá. "Siento que aún sigue con vida. Que Mikhail todavía tiene algo que decir. Algo que hacer. Pero supongo que ya cumplí mi promesa."
Su voz bajó un tono. "Traje a la nueva generación de Trazacaminos. A los herederos de aquello que él no pudo terminar."
Himeko lo observó.
"Así que este es el último Anónimo. El Relojero, Mikhail Char Legwork."
Gallagher asintió sin apartar la vista del anciano.
"Je. No entiendo qué clase de obsesión tenía con ese viejo tren, pero espero que ahora, por fin, pueda descansar en paz."
El silencio volvió por un momento.
"¿Y la burbuja?" preguntó Aleph, acercándose un paso.
"Esa burbuja es su Legado." Respondió Gallagher. "Incluso si alguien más encontrara este lugar, jamás podría acceder por completo a lo que se esconde aquí. Antes de irse, Mikhail se aseguró de que su legado sólo pudiera ser visto por los Trazacaminos. Le tomó tiempo, sudor y casi todo lo que quedaba de su vida, pero lo logró."
Una leve sonrisa curvó sus labios.
"Vamos, den un paso adelante. Esto les pertenece a ustedes. Tal como decidieron continuar la lucha que él y yo no pudimos concluir."
Marzo se inclinó con cuidado. La burbuja tenía el tamaño de una pelota de básquet, brillante, con colores que danzaban como luces reflejadas en el agua. La tomó con ambas manos y miró a los demás.
"Entonces… ¿están listos?"
Aleph y Himeko asintieron al mismo tiempo, mientras daban un leve paso hacia adelante.
Marzo colocó la burbuja en el centro y extendió sus manos. Uno por uno, todos repitieron el gesto, tocando la superficie suave y cálida que parecía latir bajo sus dedos.
Gallagher se cruzó de brazos y los observó con serenidad.
"Yo me encargaré de que puedan sumergirse sin problemas. Mikhail dejó todo preparado, pero incluso así, necesitan un poco de ayuda para cruzar el umbral."
Justo cuando se disponía a hacerlo, un ruido proveniente de las escaleras interrumpió el momento. Fue seguido por un golpe seco y un fuerte "¡Ouch!" que resonó en toda la cúpula.
Todos giraron la cabeza al mismo tiempo.
Allí estaba Stelle, sentada en uno de los escalones, frotándose la nariz enrojecida mientras hacía una mueca de dolor.
"¡Ay, por favor! No me digan que todo esto era de mármol…" Se quejó, con los ojos entrecerrados.
Gallagher se llevó una mano a la frente.
"Una entrada verdaderamente anticlimática." Murmuró mientras sacudía su cabeza.
Himeko, Aleph y Marzo la miraron con una gota de sudor frío recorriéndoles la frente. Nadie se atrevió a romper el silencio durante varios segundos, hasta que Marzo soltó un suspiro derrotado.
"Bueno… supongo que no podía ser de otra forma."
Dejó la burbuja en manos de Himeko, mientras acercaba a ayudar a Stelle junto Aleph.
"Vamos, arriba. Ten cuidado esta vez." Dijo Aleph, ofreciéndole una mano.
"Estoy bien, estoy bien." Stelle aceptó la ayuda, aunque su orgullo parecía más herido que su nariz.
Aleph, sin decir palabra, formó un pequeño trozo de hielo con un movimiento de su mano y lo extendió hacia ella.
"Toma. Te ayudará con eso."
Stelle lo miró con una expresión resignada.
"Gracias. Supongo que me lo merecía."
"Sí, bastante." Respondió Marzo sin poder evitar reírse.
Himeko negó con la cabeza, divertida, mientras murmuraba algo sobre el destino inevitable de los Trazacaminos con mala coordinación.
Gallagher, observando la escena, soltó un resoplido entre risas.
"Definitivamente, son iguales a los de antes…"
...
En otro punto de Penacony, en el Hotel Fantasía en la realidad.
Dan Heng y Boothill cruzaron el vestíbulo y se dirigieron hacia la recepción, donde una joven de cabello castaño los detuvo con una sonrisa profesional.
"Buenas noches, caballeros. ¿Podrían decirme sus nombres?"
Dan Heng intercambió una mirada con Boothill antes de responder con calma.
"Soy Dan Heng. Y él…" señaló al vaquero, que se quitó el sombrero y saludó con una sonrisa.
"Pom-Pom, al servicio, señorita."
La recepcionista, Alley, parpadeó confundida.
"¿Pom-Pom…? No recuerdo haber visto ese nombre en el registro."
"Jajaja ¡Es por que soy un nuevo pasajero del Expreso Astral que se unió recientemente!"
"... Mucha gente parece estar uniéndose recientemente a los Anónimos." Alley parpadeo con desconcierto. "Pero como ya hay precedentes de esto anteriormente, supongo que es lo normal."
Dan Heng respiró hondo, como si intentara no llevarse la mano a la cara.
"Quería preparar una sorpresa para mis compañeros." Dijo con tranquilidad, mostrando una caja adornada con cintas y grabados. "Aquí tengo mi identificación, si lo necesita."
Alley observó los documentos y su expresión se relajo visiblemente.
"Mis disculpas, señor Heng. Tiene razón. Por favor, disfruten del Festival Carismonia. Aunque…" Su voz bajó ligeramente, "Deberían tener cuidado. Últimamente han aparecido bastantes polizones. Si ven algo extraño, busquen de inmediato a la Familia Sabueso."
"Lo tendremos en cuenta." Respondió Dan Heng.
Alley asintió y se giró hacia el panel de comunicación a su lado.
"Informaré a sus compañeros de su llegada."
Pero entonces su rostro cambió. Su sonrisa se desvaneció por completo.
"Qué raro… No hay conexión. Es como si… no pudiera contactar a nadie."
Dan Heng frunció el ceño.
"¿Está segura?"
"Completamente. Intentaré con otra línea, pero por ahora no puedo comunicarme." Alley se inclinó en disculpa. "Lamento mucho esto. Buscaré una forma de resolverlo."
La joven se retiró apresuradamente. Boothill la siguió con la mirada antes de mirar a Dan Heng.
"No me gusta esto. Tiene esa misma cara de panico que varios antes de que algo grande ocurra."
"Coincido." Dan Heng se ajustó el abrigo. "Y su desconexión no parece casual."
.....
Minutos después, en la cantina del bar del hotel, ambos se sentaron en una mesa apartada. Boothill giraba lentamente su vaso entre los dedos mientras Dan Heng revisaba su teléfono.
"Nadie parece saber nada." Murmuró el vaquero. "Ni los huéspedes, ni el encargado del vestíbulo. Es como si alguien hubiera borrado cualquier pista o como si toda información hubiera sido cuidadosamente aislada del oído público..."
"¿Y tu informante? Esa Memokeeper de la que hablaste, no parece haber rastros de ella." Dan Heng levantó la vista. "¿Tienes una característica de ella o al menos una forma alterna de contactarla?"
Boothill se rascó la nuca, sonriendo con incomodidad.
"Eh… no pensé tan a fondo en los detalles, la verdad."
Dan Heng soltó un suspiro y se llevó una mano a la frente.
"Debería haberlo imaginado."
En ese momento, el teléfono de Boothill vibró. Lo tomó con rapidez, y al ver el mensaje, su sonrisa se borró.
"Cambio de planes." leyó en voz alta. "El encuentro será movido a un sitio más seguro y privado."
Dan Heng guardó silencio un momento antes de responder.
"Entonces volvamos al Expreso Astral. Si la situación escala en una dirección inesperada, al menos debemos prepararnos para lo peor"
Boothill lo observó, luego asintió.
"Sí. Tienes razón. Vamos."
.....
El vagón panorámico del Expreso los recibió con el aroma familiar del té recién preparado.
En uno de los sofás, Black Swan los esperaba, sosteniendo con elegancia una taza humeante entre sus dedos.
"Qué bueno verlos al fin." Dijo ella, cruzando las piernas con calma. "Y lamento el tiempo que perdieron. Pero confío en que sabrán comprender… la situación actual es bastante desalentadora."
Antes de que Dan Heng pudiera responder, las puertas del vagón se abrieron y Acheron entró, empujando un carrito de bocadillos bajo la atenta mirada de Pom-Pom.
Dan Heng miró a Black Swan en silencio antes de hablar.
"¿Eres tú la Memokeeper a la que se refería Boothill?"
Black Swan soltó un suspiro leve y apoyó una mano sobre su mejilla.
"Exactamente como lo vi en los recuerdos de los demás. Siempre tan rígido, tan directo… una cualidad admirable, aunque algo aburrida."
Boothill soltó un gruñido, sacó sus dos revólveres dorados y apuntó uno a Black Swan y el otro a Acheron.
"¿Así que era cierto? ¿Me usaste, bruja? ¿Me traicionaste?"
Black Swan bajó lentamente la mano, dejando caer la taza vacía sobre la mesa. Su voz se volvió más fría.
"Aquí nadie ha traicionado a nadie. Como dije antes, la situación es desalentadora. Si no empezamos a actuar pronto, el final de todo esto será... devastador."
"Déjate de juegos." Dijo Boothill con una sonrisa tensa. "Empieza a hablar, o te garantizo que te quedará un agujero muy bonito entre las cejas."
Acheron lo miró con calma.
"No seas tan duro con ella. Si Black Swan no hubiera intervenido, nunca habría podido escapar de la vigilancia de la Familia. Ella fue quien me ayudó cuando… ciertas circunstancias me obligaron a desaparecer."
Black Swan se pasó una mano por la nuca, en un gesto que a Dan Heng le recordó extrañamente a Aleph cuando hacía lo mismo.
"Decir que la ayudé es generoso. Fue más un acecho que un rescate, y el proceso no fue precisamente discreto. Pero sí, Acheron no miente."
Boothill bajó el arma apenas un centímetro, pero su expresión era de pura frustración.
"Así que me tuvieron de mula desde el principio. Fantástico. Guiando al pobre vaquero por la nariz como si fuera un caballo persiguiendo una frejolera zanahoria."
Acheron suspiró, cruzando los brazos.
"Relájate. Estamos aquí por algo más importante. Fui yo quien pidió a Black Swan que los reuniera. Necesitamos la ayuda de un Vigilante de la Galaxia y de un Anónimo del Expreso Astral. Ustedes dos son las personas más adecuadas para esto, después de todo ambos son personas de confianza."
Boothill soltó una carcajada seca.
"¿Confianza? Si tanto quieres hablar de confianza, déjame hacerte una oferta. Te meto unas cuantas balas en la cabeza, vemos cuántos secretos caen con ellas y si sigues viva después, recién ahí hablamos de confiar."
Acheron lo observó sin inmutarse.
"No desperdicies tus balas. Si realmente quieres respuestas, escucha. Estoy dispuesta a hablar. Si las cosas no hubieran llegado a este punto, quizás podríamos haber colaborado de manera más transparente. Lamentablemente, eso ya no es posible."
Dan Heng dio un paso adelante.
"Han mencionado la situación muchas veces, pero nunca han sido claras. ¿Qué está pasando exactamente?"
Acheron y Black Swan intercambiaron miradas antes de asentir.
"El desastre que se aproxima," dijo Acheron, "Está ligado a dos Vías, Orden y Armonía."
"Y el resultado... Si no actuamos pronto..." Black Swan añadió en voz baja. "Créanme cuándo digo que realmente no quieren ni imaginarlo."
Boothill arqueó una ceja, pero Acheron continuó antes de que hablara.
"Los Vigilantes de la Galaxia no son precisamente fáciles de encontrar. Fingir ser uno de ellos y provocar tu ira fue un método deliberado. Necesitaba tu atención, y ahora la tengo."
Boothill chasqueó su lengua con molestia.
Black Swan se volvió hacia Pom-Pom, que observaba la escena con las orejas caídas.
"Si me permiten sugerirlo, lo mejor que podríamos hacer sería realizar un salto interestelar y salir temporalmente del Sistema Asdana."
Dan Heng se negó de inmediato.
"No." Sus ojos se afilaron en un instante mientras el aire a su alrededor se descontrolaba ligeramente. Ni siquiera necesitaba escuchar el resto de sus palabras.
Hacerle caso significaría abandonar a Himeko, Marzo, Stelle, Aleph y Welt.
Acheron lo miró con tranquilidad.
"Escucha antes de decidir. No pedimos que huyas, sino que ganes tiempo. Solo será un salto breve, lo justo para que crean que hemos dejado Penacony. Luego volveremos."
Black Swan asintió.
"Exactamente. Ellos no caerán tan fácilmente, y no necesitan que los trates como si fueran frágiles." Una sonrisa surgió naturalmente en su rostro mientras su vista se dirigía hacia una ventana, tal vez tratando de encontrar la ubicación de alguna habitación en específico."Hay mucho más en ellos de lo que puedas ver a simple vista..."
Acheron dio un paso más cerca.
"Tú los conoces mejor que nadie, Dan Heng. Sabes que no son personas que mueran con facilidad."
Dan Heng cerró los ojos unos segundos antes de responder.
"Muy bien. Pero apenas termine el salto, volveremos de inmediato."
"Eso bastará." Respondió Acheron con un asentimiento.
El silencio llenó el vagón. Solo el sonido de la locomotora resonó entre ellos.
...
En otro punto, bajo la tenue luz del Arrecife Flujosueño, Stelle mantenía su mirada fija en la burbuja onírica que reposaba frente a ella. Pero sus pensamientos estaban lejos de allí, vagando en las palabras que Elegía le dio mientras le mostraba el interior de las burbujas oníricas que tenía con ella.
Escucha al pajarito, Stelle…
Es pequeño, frágil, y aún así lucha.
Sus alas están manchadas, sucias por el barro y la inmundicia; sus plumas están rotas y quebradas.
Pero insiste en abrirse al viento, rogando por un calor que jamás llegará.
Mira sus ojos… están llenos de preguntas, buscando afecto en un mundo que lo ignora y le es indiferente.
Cada rama que toca se rompe bajo su peso,
cada cielo que alcanza se convierte en un vacío oscuro y desesperante.
Escucha cómo silba…
sus notas son lamentos, sus trinos súplicas por un abrazo o incluso la más mínima y pequeña porción de afecto, por un consuelo que nunca vendrá, por un hogar que siempre estuvo y estará fuera de su alcance.
Los demás pájaros lo golpean, lo empujan, lo humillan, y él, aún así, persiste, obstinado, como si la esperanza fuera su único refugio.
Pero Stelle… entiende esto…
su vuelo no importa, su dolor no importa,
porque el destino del pajarito es caer.
Siempre caer.
Cada intento lo lleva más cerca del suelo, cada golpe lo acerca al final que lo espera.
No hay consuelo, no hay abrazo, no hay hogar.
Sólo la fría soledad que lo envuelve, la desesperación que lo consume, y la muerte silenciosa que siempre fue su destino.
Mira, Stelle…
El pajarito caerá, y en su caída entenderá lo que significa estar solo, lo que significa que nadie lo reciba jamás, que todo afecto que pueda dar se pierda en la nada, como sus alas rotas empapadas con suciedad y su propia sangre.
Ese… es su destino.
Uno que tú, lamentablemente, verás de primera mano.
Las palabras resonaron en su mente hasta que la voz de Marzo la devolvió a la realidad.
"¡Stelle! ¡Apresúrate! Vamos a ver qué legado dejó el Relojero para nosotros."
Stelle parpadeó, respiró hondo y se acercó a los demás. La burbuja los esperaba, en las manos de Himeko.
Las luces azuladas del Arrecife Flujosueño danzaban en silencio alrededor del grupo.
Todos respiraron hondo mientras se preparaban para ingresar al interior de la burbuja onírica.
Marzo estaba entre nerviosa y emocionada. Stelle, por su parte, observaba el resplandor con una mezcla de curiosidad y duda mientras se preguntaba si habría más diferencias además del contenido, entre esta burbuja y las que Elegía le había mostrado. Himeko mantenía una expresión seria, casi solemne, y Aleph… bueno, Aleph pensaba en qué podría cenar cuando todo aquello terminara.
Gallagher soltó un leve suspiro ante la falta de solemnidad del muchacho.
"A su manera… supongo que todos están listos."
Gallagher los observó en silencio antes de llamar su atención.
"Escuchen bien." Dijo, con tranquilidad. "Todo lo que vean ahí dentro podría ser importante. No dejen pasar ningún detalle."
Todos asintieron.
Sin más palabras, Gallagher los ayudó a canalizar su energía para poder ingresar a la burbuja.
Con un último respiro, cerraron los ojos y se sumergieron en ella.
Pero algo ocurrió.
Cuando los abrieron, no hubo luz, ni imágenes, ni sonidos. Solo oscuridad.
No una oscuridad normal, sino un vacío hueco, carente, como si el interior de la burbuja se hubiese vaciado de repente.
El interior estaba completamente vacío. No había memorias, ni paisajes, ni voces.
Nada.
Y al volver en sí, se encontraron fuera de ella, con Gallagher rascándose la cabeza, tan confundido como ellos.
"¿Qué demonios…?" Murmuró. "Esto no tiene ningún sentido."
Marzo frunció el ceño.
"¿Está vacía? ¿Así de simple?... ¿Eso era todo?"
Gallagher apretó los labios.
"Si de verdad no hay nada… entonces ¿por qué Mikhail se esforzó tanto por protegerla? Era lo último que sostuvo antes de morir."
El silencio cayó sobre ellos.
Marzo parecía frustrada. Himeko solo observó la burbuja con una expresión pensativa.
Gallagher suspiró.
"Supongo que nunca entendí del todo a Mikhail. Ni su obsesión con ustedes, los seguidores del Trazacaminos. Quizás todo esto fue solo una ilusión, una trampa para arrastrar a la nueva generación a continuar la lucha por Penacony."
Se rascó la barbilla, negando con la cabeza.
"Conociendo su estilo, juguetón y teatral, no me sorprendería que fuera así."
Himeko arqueó una ceja, divertida por el tono incrédulo de Gallagher.
"¿De verdad crees eso?"
Gallagher se encogió de hombros.
"Era un viejo bromista."
Himeko rió suavemente.
"Mikhail eligió creer en nosotros, la siguiente generación. Y nosotros elegimos creer en quienes nos precedieron. ¿Cómo podría irse sin dejar algo para ayudar a continuar su lucha? Debe haber algo más, algo que aún no entendemos."
La sonrisa de Himeko hizo que Gallagher desviara la mirada con algo de incómodidad.
La había visto antes… demasiadas veces, en demasiadas caras. Inevitablemente trajo consigo viejos recuerdos que estaban mejor así, siendo sólo recuerdos.
"No empieces a ponerte filosófica conmigo, ¿sí?"
Gallagher la miró fijamente, pero su sonrisa solo se amplió.
"Vamos, Gallagher… incluso tú quieres creer en el Relojero, ¿no es así?"
Él soltó un suspiro, encogiéndose de hombros.
"Soy seguidor del Enigma. Creer en algo va contra mis principios."
"¿Y aún así sigues aquí?" Replicó ella con un tono bastante juguetón. "Eso ya dice suficiente."
Gallagher la observó unos segundos y, finalmente, dejó escapar una risa cansada.
"Viejos o nuevos, todos ustedes son igual de testarudos. Dicen lo que quieren y hacen lo que quieren. Supongo que esa es la verdadera marca de aquellos que deciden aventurarse hacia las estrellas en el Expreso Astral."
Guardó silencio un momento, luego asintió.
"Supongo que puede que haya sido corrompido por ustedes." Una sonrisa leve se dibujó en su rostro. "Sí… quizás quiero creer en Mikhail. Quiero ver si realmente dejó algo atrás. Pero ya no puedo moverme como antes, así que les dejaré a ustedes completar esta búsqueda."
El grupo lo miró con sonrisas suaves. Gallagher chasqueó la lengua.
"Bah, no me vean así. Parecen niños a punto de graduarse."
Himeko con más tranquilidad le hizo una pregunta.
"¿Podrías prestarme un momento a tu mascota? Necesito ir al Momento Dorado. Hay algo que quiero comprobar en la tienda del Dr. Edward."
Gallagher levantó una ceja, pero al final asintió.
"Haz lo que tengas que hacer. Solo no rompas nada."
**************
Mientras tanto, en el Momento Dorado.
Robin tocó suavemente el brazo de Sunday, sacándolo de su ensimismamiento.
"¿Hermano? ¿Estás bien?"
Sunday asintió con serenidad.
"Sí… solo estoy algo cansado. Haber sido arrastrado por Letargo hasta el Arrecife Flujosueño no ayudó mucho, supongo. Pero pronto se me pasará."
Welt apoyó una mano sobre su hombro.
"Adelantaste todo el Festival Carismonia por culpa de la presión por parte de las otras Familias y aún así te las arreglaste para mantener todo en pie. Y eso sin mencionar la búsqueda del asesino de Robin… Has estado bajo mucha presión, realmente deberías descansar un poco."
Sunday lo miró en silencio por unos segundos antes de responder.
"Agradezco su preocupación, Sr Yang, pero no tiene por qué disculparse. Lo importante ahora no es mi estado, sino el Stellaron. Salvar Penacony del desastre que se aproxima debe ser la prioridad, no un festival."
Robin apretó su mano con ternura.
"Desde que éramos niños." Dijo con una sonrisa. "Mi hermano y yo soñábamos con hacer felices a los demás. Era… un sueño infantil. Queríamos que la gente sonriera, que el mundo se sintiera menos triste."
Welt la miró en silencio mientras ella continuaba.
"Creo que aún hay una oportunidad. El Maestro de los Sueños todavía puede recapacitar. Y si me equivoco, bueno…"
Su mirada se endureció con determinación.
"Entonces no subiré al escenario. Sin el Afinador Armónico, será imposible invocar al Coro Armonioso. Y sin el Coro… el Festival Carismonia será solo eso, un simple festival."
Welt sonrió.
"Me alegra ver que tienes esa determinación, Robin."
La joven cantante sonrió de vuelta.
Sunday los miró en silencio con una expresión neutral mientras sus pensamientos se dirigían a las palabras de su hermana.
Pero pronto negó con su cabeza, un sueño infantil como ese era tonto y sin sentido.
Mientras no exista justicia real.
Mientras los fuertes sigan aplastando a los débiles...
¿Cómo podría alguien si quiera pensar en la felicidad?
Welt, con los brazos cruzados, observó a Sunday y a Robin con calma mientras les hacía una pregunta.
"Hay algo que no entiendo." Comentó con calma. "Desde que llegamos aquí —e incluso antes, cuando Himeko y yo nos preparábamos para este viaje— no escuchamos ni una sola mención sobre el Maestro de los Sueños. ¿Por qué?"
Sunday entrelazó sus manos detrás de su espalda y respondió con calma.
"Eso es porque el Maestro de los Sueños rara vez se muestra ante nadie. Deja que los Jefes de los cinco linajes seamos la cara pública de La Familia. Él, en cambio, se mantiene en las sombras, asegurando la estabilidad de Penacony y dirigiendo los movimientos de todas las familias."
"Ni siquiera nosotros podríamos obtener una audiencia fácilmente. Si presentáramos una solicitud formal, sería rechazada sin dudarlo. Pero…" Robin levantó su vista hacia Welt, "Mi hermano eligió con mucho cuidado sus palabras. Resaltó la conexión de este problema con el Festival Carismonia y, junto con otros factores, logró que el Maestro aceptara vernos."
"Así que obtuvieron una audiencia." Dijo Welt. "Eso es… impresionante. Teniendo en cuenta lo que dicen ¿Soy el primer visitante en mucho tiempo que logra algo así?"
"Sí. En años nadie ha visto su rostro." Robin asintió, pero pronto fruncio el ceño. "No sé si eso es algo bueno o malo."
Welt se cruzó de brazos con una expresión contemplativa.
"Solo espero que, si se da la oportunidad, podamos llegar a un consenso que beneficie a todos."
"También es mi deseo." Respondió Sunday con serenidad.
Robin se inclinó ligeramente.
"Discúlpenos, Sr Yang. Pero mi hermano y yo debemos preparar algunas cosas antes de la audiencia."
Welt simplemente asintió en silencio mientras sacaba su teléfono del bolsillo de su abrigo.
Robin y Sunday se apartaron un par de metros, pero antes de avanzar más se escuchó una voz alegre y un tanto arrastrada.
"¡Eh! ¡Pero si son el Jefe Sunday y la señorita Robin!"
Un Pepeshiano borracho los saludó desde el suelo, alzando una botella de Feliz Alma. Sus mejillas estaban encendidas, y su sonrisa era amplia y un poco estúpida.
"La Luna está preciosa esta noche…" Murmuró, mirando hacia el cielo estrellado. "¿No sería bonito tener a alguien con quien beber bajo su luz?"
Sunday lo miró con serenidad.
"Lo que estás viendo no es la Luna. Es el Gran Teatro de Penacony."
El Pepeshiano parpadeó con confusión.
Su sonrisa tembló un instante antes de que extendiera la mano al cielo.
"Ah… ya veo. Supongo que ha pasado mucho desde la última vez que regresé a la realidad. Empiezo a perderme en la lógica de los sueños."
Robin se agachó un poco para mirarlo mejor.
"¿Por qué no regresar a la realidad?"
El borracho rió un poco, no había nada extraño en su risa pero Robin no pudo evitar sentir algo de tristeza y resignación en ella.
¿Era acaso su imaginación?
"Porque no puedo."
Ante la confusión en el rostro de Robin, añadió.
"Verás... soy uno de esos pacientes terminales que usaron todos sus ahorros para venir aquí." Comentó tranquilamente como si fuera algo sin importancia. "Vine junto con varias personas de mi mundo natal, queríamos disfrutar los últimos días de nuestras vidas ¡Al máximo!"
Las palabras dejaron a Robin en silencio. Su rostro reflejaba una mezcla de tristeza y desconcierto.
"Tranquila, jovencita." Dijo el Pepeshiano, levantando un poco su botella. "No te preocupes. Estoy en paz. Solo quiero tirarme aquí, mirar el cielo y beber un poco de Feliz Alma. En la realidad ya ni podía levantarme de la cama. Aquí al menos puedo sentir esto ¡Esto es vida!"
Robin tragó saliva, mientras se llevaba sus manos al pecho repitió en voz baja sus palabras.
"¿Dices que… esto… es… vida?"
"¿Eh?" El Pepeshiano frunció el ceño y ladeo su cabeza con confusión. "No te escuché."
Robin pronto recuperó su expresión amable y forzó una débil sonrisa.
"Digo que esta calle es muy transitada. Si te quedas así, alguien podría pisarte… o algún conductor distraído podría atropellarte. Aunque no puedas morir en el sueño, eso no quita que el dolor sea real." Después de dudar por un momento, Robin decidió hacerle una pregunta.
"¿Cuál es tu nombre?" Dijo con suavidad.
"Willy." Respondió él, con una voz casi cantarina mientras sacudía la botella de Feliz Alma en su mano. Volvió a dejarse caer sobre la calle y soltó una carcajada que resonó bastante fuerte. "Puedes llamarme Willy."
Sunday sacó su teléfono.
"Pediré a un miembro de la Familia Sabueso que te escolte al Parque Aideen. Podrás descansar allí y seguir mirando el cielo sin preocuparte por los autos."
"¡Oh, eso suena perfecto!" Exclamó Willy, levantando la botella con entusiasmo. "Eres un buen hombre, Jefe Sunday."
Pocos minutos después, un miembro de la Familia Sabueso llegó. Ayudó a Willy a levantarse y comenzó a escoltarlo calle abajo.
Antes de irse, el borracho levantó su botella una vez más.
"¡Fue lindo conocerlos! ¡Brindaré por ustedes!"
El eco de su risa se perdió entre los callejones.
Robin lo siguió con la mirada hasta que ya no estuvo a la vista, luego bajó su mirada y habló en voz baja.
"¿Qué está pasando, hermano? Esta… se supone que es la tierra de los sueños."
Sunday no respondió y en su lugar camino unos cuantos pasos antes de pararse delante de su hermana.
"¿Por qué las personas viven así?" Continuó ella, con un tono más triste. "Los sueños deberían ser un descanso, un refugio temporal antes de volver a la vida real. No esto… No un lugar donde uno se hunde en la decadencia y la adicción."
Robin bajó su mirada.
"La expresión de Willy… No parecía feliz en absoluto. Decía haber aceptado su destino, pero más bien parecía que se mentía a sí mismo, que prefería intoxicarse para no pensar."
Mirando a la lejanía en el Momento Dorado no pudo evitar preguntarse.
"¿Eso puede llamarse felicidad?"
Sunday giró lentamente hacia ella con una expresión serena, casi inmutable, sus ojos eran tan tranquilos como un lago sin una sola onda.
"Tienes razón. Eso no es vida."
Su voz no mostraba ni un ápice de emoción.
"Pero así es como innumerables personas viven día a día."
Robin lo observó sorprendida.
"¿Por qué dices eso?"
"El mundo real no es distinto." Respondió él.
"Las personas viven en sus propias ilusiones, las que nacen de sus decisiones. Creen que las hacen valiosas, que llenan el vacío que sienten dentro. Persiguen riqueza, fama, honor, deseo… y desprecian a quienes no son como ellos."
Avanzó unos pasos, mirando al frente.
"Es una cadena perpetua de opresión. Los fuertes se alimentan de los débiles, los ambiciosos destruyen a los frágiles.
Así ha sido siempre, y así será también en el futuro."
Robin frunció el ceño sin poder entender por completo el propósito de sus palabras.
"¿Estás diciendo que no debería ser así?" (Robin)
Sunday la miró en silencio durante un momento. Volvió su mirada hacia el cielo del Momento Dorado, donde la silueta del Gran Teatro se alzaba sobre todo lo demás.
"La ley del más apto…" Dijo con calma. "Es la raíz de toda tragedia que asedia a toda raza que goza de raciocinio. Es lo que obliga a todos a huir hacia Penacony. Aquí no hay dolor, ni muerte, ni tragedias."
Se giró hacia su hermana y la miró a los ojos. Luego, una tenue sonrisa curvó sus labios.
"Dime, Robin…" Su voz se suavizó.
"¿No es este el mismo paraíso con el que soñábamos cuando éramos niños?"
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Ahhhh bien, finalmente lo termine. Disculpen la tardanza, aún no regresó a mi casa y es difícil concentrarse para escribir en otro lugar, en fin.
Se viene el final de Amphoreus y con eso también mi vista sobre si al final elijo cambiar el bosquejo de ese arco o mantenerlo tal como había planeado.
Como curiosidad, les diré.
En lo que queda de arco se vienen bastantes cosas.
¿Sera decepcionante? Espero que no.
Como otro dato, si todo sale según como planeó.
Esta historia tendrá un total de 14 Arcos.
Es decir, nos faltan al menos 7 Arcos más.
Ah si, también estoy iniciando una reescritura de los primeros Arcos ya que siento que hay muchas cosas por mejorar de ambos.
También para el final de Penacony pienso volver a tocar la otra historia Resist, Defy, Endure y publicar las versiones sin blanquear del Prólogo y el Capítulo 1 ya que las versiones subidas están escritas así por que en ese momento había cosas que no estaba bien revelar pero después del arco de Penacony seguro que si estará bien.
¿Cuales son sus planes para los Banners?
