Cherreads

Chapter 2 - CAPITULO 1, PARTE 2: No espero a nadie

Eran las 6:15 y aún estaba sentado en la cama; mantenía la mirada baja, fija en el suelo de su habitación. No podía reaccionar.

Se había quedado observando un punto inmóvil, como si mirara al vacío. Y, en ese momento, el vacío parecía real. No pensaba en nada, no se movía en absoluto, y ni siquiera se le cruzaba por la mente que debería hacerlo. La irracionalidad de la vida que solía habitar en sus ojos se había vuelto cotidiana. Para entonces, no era más que un cuerpo que respiraba.

De pronto, se escuchó el timbre.

¿Quién podría ser a estas horas? —pensó.

Nunca esperaba visitas, así que su primera reacción ante el sonido fue más de desconcierto que de curiosidad.

Se levantó de la cama de un salto, con el corazón ligeramente acelerado.

Caminó por el pasadizo que llevaba a la puerta principal y se detuvo a observar la sala. Estaba oscura; no entraba ni un rastro de luz. Las cortinas llegaban hasta el suelo, cubriendo la única ventana.

Antes de mudarse, vivía con su abuela. Ella trabajaba como agente inmobiliaria y, a veces, recibía a sus clientes en su propia casa. En aquel tiempo, la sala era la parte más decorada del lugar.

Había cuadros autografiados por pintores reconocidos, y las sillas —con fundas amarillas y relieves dorados en forma de flores— parecían sacadas de una revista. Los sillones, en cambio, vestían fundas color vino, y unos biombos plegables con dibujos de pequeñas hojas separaban los espacios.

La mesa, de madera oscura, había sido una de sus últimas compras. Recordaba la conversación con el vendedor:

—Usted es una mujer hermosa, madam. Por eso hoy le ofrezco algo tan irresistible como usted: una mesa de fina madera extranjera, traída directamente de tierras asiáticas. Y porque sé que es una cliente frecuente, se la dejaré en solo S/ 4,000.00.

—Veo que tienes buen ojo, cariño —respondió ella con una sonrisa.

—Por supuesto. Cualquiera que la vea no podría olvidarla jamás —replicó él.

Ella era vulnerable a cualquier comentario sobre su apariencia, aunque nadie se atrevía a decirle que se veía mal. Su imagen era el resultado del esfuerzo y de las miradas de disgusto frente al espejo.

Él sabía que detrás de ese empeño había un dolor que no quería volver a sentir.

De camino a casa, ella le hablaba de sus increíbles negocios. Decía que en los negocios la primera impresión lo es todo: hay que inspirar confianza, hablar con firmeza, pero sin exagerar el tono, porque podría malinterpretarse como una orden.

Una persona firme, pero gentil.

Mientras hablaba, él observaba sus expresiones. Se expresaba con seguridad y, al mismo tiempo, con cierta inocencia. Hablaba con orgullo, sí, pero también con cansancio: ese que solo sienten quienes han logrado mucho y aun así deben seguir luchando por conservarlo.

El timbre sonó otra vez, esta vez de forma más prolongada.

Estaba caminando por el pasadizo con un polo blanco de manga corta y un pantalón negro, pero el contacto frío del aire lo obligó a retroceder y buscar algún abrigo.

Se dirigió rápidamente hacia la puerta, con las manos temblándole por el frío.Sacó lentamente una de ellas del bolsillo, tomó aire sin darse cuenta y giró la perilla.

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