Día 6 — El visitante silencioso
El amanecer llegó con una bruma espesa que cubría todo el claro.
El fuego de la noche anterior aún humeaba, y la lona verde del refugio estaba cubierta de rocío. Oscar se incorporó, con el cuerpo adolorido pero más acostumbrado al peso del trabajo.
Afuera, el aire olía a tierra mojada y resina.
Yumi ya estaba despierta, sentada sobre un tronco, afilando su hacha con una piedra. Sus movimientos eran lentos pero precisos.
Oscar tomó su arco y caminó hasta la línea del muro incompleto. Faltaban unas pocas secciones, quizá veinte metros.
ISAC sonó en su reloj:
> [ISAC: Nivel de perímetro — 82% completado.]
[Recomendación: aumentar refuerzos estructurales antes de levantar una segunda línea.]
—Sí, ya sé —murmuró Oscar, limpiándose el sudor de la frente—. Primero acabamos esto.
Pasaron las primeras horas levantando troncos, atándolos con cuerda, y reforzando con piedras las bases.
El bosque se llenaba con los sonidos del trabajo: el golpeteo del hacha, la fricción de las cuerdas, los resoplidos cansados.
A cada golpe, la estructura tomaba más forma.
Fue entonces cuando Yumi se detuvo en seco.
Miraba hacia los árboles.
Oscar giró el rostro.
El caníbal estaba ahí.
De pie, a unos diez metros del muro, medio cubierto entre los troncos. Llevaba algo en las manos.
Oscar entrecerró los ojos, tenso, hasta que distinguió lo que era: una piedra grande y lisa, casi del tamaño de una cabeza.
El caníbal se agachó, la dejó junto a la base del muro y retrocedió un paso.
—(何してるの…?)Nani shiteru no…? (¿Qué está haciendo?) —susurró Yumi.
Oscar soltó el hacha, cruzó el muro y se acercó despacio.
El caníbal no se movió.
Solo respiraba fuerte, los hombros temblando por el esfuerzo.
Oscar miró la piedra, luego al hombre.
No dijo nada. Tomó la piedra y la acomodó en el hueco de la base.
El caníbal lo observó unos segundos más, luego se dio media vuelta y desapareció entre los árboles.
Yumi lo miró con una mezcla de confusión y miedo.
Oscar solo murmuró:
—Supongo que eso cuenta como ayuda.
El día siguió entre golpes y martillazos.
Al caer la tarde, el muro estaba completo.
Cien metros de perímetro cerrado, sin huecos, con un portón reforzado hecho con tablones gruesos y un pasador metálico improvisado.
El sol caía detrás de las montañas y todo el claro se tiñó de naranja.
Oscar y Yumi se sentaron frente al fuego central, respirando profundo, llenos de polvo y sudor.
No hablaban, pero la satisfacción era evidente.
Habían creado algo que podía llamarse hogar.
> [ISAC: Perímetro defensivo — 100% completado.]
[Nuevo objetivo desbloqueado: "Estructura principal de refugio".]
[Plan disponible: base de madera reforzada, modelo tipo cabina.]
Oscar miró el holograma flotante sobre su muñeca: planos azules del terreno, proyecciones de troncos, indicaciones de medidas.
Yumi se acercó, curiosa.
—(家…?)Ie…? (¿Casa?)
—Sí… pero una de verdad esta vez —respondió él, sonriendo cansado.
La noche cayó como una manta pesada.
El fuego en el centro del campamento crepitaba suavemente, proyectando sombras sobre los troncos recién colocados. El muro de madera —alto, sólido, reforzado con estacas— rodeaba todo el perímetro. Ya no podían ver el bosque… pero el bosque sí los oía.
Oscar y Yumi cenaban en silencio, sentados cerca del fuego.
El sonido de los grillos se mezclaba con algo más: pasos, respiraciones, murmullos secos que parecían venir de distintas direcciones.
A veces, se oía el crujido de ramas al romperse, otras, un golpe seco, como si algo —o alguien— tocara la madera del muro con la palma abierta.
Oscar levantó la vista.
—...Están ahí otra vez.
Yumi asintió en silencio, apretando su hacha contra las piernas.
El muro les daba seguridad, sí, pero también una nueva sensación: aislamiento. Ya no podían distinguir lo que había afuera; solo oírlo.
Y eso, en ocasiones, era peor.
Esa noche, no pasó nada más.
Pero al amanecer, Oscar encontró algo extraño junto a la entrada:
Una piedra con marcas talladas —símbolos torcidos, casi humanos— y, junto a ella, un trozo de carne seca, aún caliente.
La levantó con cautela.
—...No fue un animal.
Yumi se acercó, mirando los dibujos grabados en la piedra.
—(こわい...)Da miedo...
Oscar la dejó a un lado del fuego.
—Quizás solo quiere que sepamos que está ahí.
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Durante los días siguientes, siguieron escuchando los ruidos.
Nunca veían nada, pero los sonidos eran claros:
susurros, pasos que se detenían justo al otro lado del muro, y de vez en cuando, golpes suaves, rítmicos, como si algo marcara su presencia.
A veces, Yumi despertaba sobresaltada, diciendo haber oído una respiración larga y profunda, justo detrás de la pared.
Oscar se acostumbró a dormir con el cuchillo en la mano.
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El trabajo, sin embargo, no se detuvo.
Desde el amanecer, Oscar y Yumi trabajaban hombro a hombro, levantando las vigas principales de la casa.
El sistema holográfico de ISAC mostraba la estructura proyectada sobre el terreno: pilares, un marco de piso, divisiones de habitaciones.
> «Estructura recomendada: 8 pilares, separación de 5.5 metros. Material: troncos reforzados de abeto.»
Oscar solo gruñía una respuesta corta.
—Ya escuché, agente.
El sonido de las hachas se imponía sobre el murmullo lejano del bosque.
A pesar del cansancio, Yumi sonreía más seguido. A veces tarareaba una melodía mientras trabajaba, otras soltaba una frase en japonés, acompañada de una risa suave.
Ya no se veía como una sobreviviente perdida. Estaba más fuerte, más segura.
Por las noches, se sentaban frente al fuego, hablando poco, comiendo carne asada o raíces hervidas.
El bosque los rodeaba con sus sonidos… y entre ellos, siempre había algo más.
Pasos, respiraciones, el crujido del muro.
Pero mientras las llamas siguieran vivas, el miedo quedaba al otro lado.
El amanecer llegó gris y frío.
El canto de los pájaros era escaso, ahogado por el murmullo distante del mar. Oscar se levantó antes que Yumi, encendió un pequeño fuego y revisó la cuerda del arco.
Habían pasado ya varios días desde que llegaron a esa meseta, y el muro de troncos rodeaba casi todo el perímetro. Pero ahora, con los caníbales merodeando cada noche, necesitaban algo más.
—Voy a revisar esa grieta del norte —dijo, cargando la mochila.
Yumi asintió medio dormida, murmurando:
—(きをつけてね…)Ten cuidado, ¿sí?
El sendero era estrecho, cubierto de hojas húmedas. A medida que avanzaba, el aire se volvía más denso, y el suelo, más rocoso. Finalmente la vio: una abertura en la tierra, apenas visible entre raíces retorcidas.
Bajó con cuidado, usando una cuerda improvisada, hasta que sus botas tocaron piedra firme.
El interior era oscuro, pero no vacío.
El eco de cada paso rebotaba, revelando que no era una simple cueva natural. Había paredes de concreto, cables viejos, restos de estructuras metálicas devoradas por el moho.
> ISAC: «Anomalía estructural detectada. Nivel subterráneo artificial. Recomendación: proceder con precaución.»
Oscar encendió una antorcha.
El fuego iluminó cajas militares oxidadas, herramientas viejas y lo que parecía un puesto de trabajo abandonado. Había huellas humanas… muy antiguas.
—Esto parece una instalación vieja…
Yumi bajó poco después, con el hacha al hombro, observando con cautela.
—(ここ…こわい.)Este lugar… da miedo.
—Sí. Y con razón.
En el fondo del pasillo, algo brilló. Una hoja delgada, curvada, descansaba sobre un soporte. Tenía un filo que parecía respirar con la luz.
Oscar la tomó. El equilibrio era casi perfecto.
> ISAC: «Arma blanca detectada. Acero reforzado. Eficiencia: alta. Requiere entrenamiento para manejo óptimo.»
—Bonita, pero letal… —susurró.
Siguieron explorando. Encontraron cajas selladas con comida vieja, paquetes de energía y piezas metálicas. Oscar abrió una de ellas con su hacha táctica. Dentro, varias herramientas envueltas en tela y una hoja más corta, similar a un machete.
El aire se volvió más frío.
Un goteo constante resonaba desde el túnel lateral.
Y luego… otro sonido.
Un roce.
Como uñas arrastrándose por piedra.
Oscar detuvo la respiración.
> ISAC: «Movimiento detectado. Forma biológica desconocida. Distancia: 18 metros y acercándose.»
El fuego titiló.
Yumi lo miró, tensa, mientras sostenía su hacha.
Del túnel, una figura emergió: alta, delgada, pálida, los músculos visibles bajo la piel translúcida. Caminaba arqueada, como si su cuerpo no supiera equilibrarse.
Su rostro era una masa deformada, sin ojos… pero olía el aire.
> ISAC: «Patrón auditivo superior. Percibe vibraciones y sonido. Mantenga silencio.»
Oscar apagó la antorcha con una mano temblorosa.
La oscuridad los envolvió.
Podía escuchar su propia respiración.
Yumi apretó su brazo, temblando.
El ser se acercó, emitiendo un gruñido húmedo, y alzó la cabeza, olfateando.
Por un instante, pareció no verlos.
Luego, un pequeño pedazo de roca cayó desde el techo.
El ruido bastó.
El mutante rugió y se lanzó hacia ellos.
Oscar empujó a Yumi al costado, desenfundando la hoja curvada.
El primer golpe del monstruo destrozó una mesa metálica, haciendo chispas.
Oscar retrocedió, cortando en diagonal.
El filo impactó contra el hombro del ser, abriendo una línea negra que soltó un líquido espeso.
> ISAC: «Impacto efectivo. Mantenga distancia. El enemigo es más fuerte de lo estimado.»
El mutante gruñó, girando de golpe y embistiendo. Oscar rodó, golpeando el suelo, mientras Yumi levantaba su hacha y lo hundía de lado. El golpe rebotó como si la carne fuera caucho.
—¡Mierda, no le entra!
> ISAC: «Punto vulnerable: base del cráneo. Precisión necesaria.»
Oscar se puso de pie, jadeando.
Esperó el siguiente ataque.
El ser chilló y corrió a cuatro patas, la cabeza colgando de lado. Oscar tensó el arco y disparó una flecha directa.
Impacto seco.
El monstruo tropezó, pero siguió avanzando.
Otro disparo. Esta vez, el proyectil se clavó justo bajo la mandíbula.
> ISAC: «Daño crítico.»
Oscar no dudó. Dio dos pasos hacia adelante, empuñó la hoja y, con un grito, cortó el cuello de lado a lado.
El cuerpo cayó convulsionando.
Silencio.
Solo el sonido del goteo volvió.
Yumi respiraba rápido, las manos temblorosas.
Oscar bajó el arma y encendió de nuevo la antorcha.
El suelo estaba manchado con sangre espesa y negra.
> ISAC: «Amenaza neutralizada. Recomendación: no permanezca en esta zona. Se detectan más presencias a ciento cuarenta metros.»
Oscar miró a Yumi.
—Nos vamos.
Ella asintió, pero antes de irse, se acercó al cuerpo, observándolo.
—(これ…ひと?)¿Esto… era humano?
Oscar no respondió. Solo guardó silencio, observando los dedos deformes y los restos de ropa adherida a la piel.
Mientras ascendían por la cuerda hacia la salida, ISAC habló una vez más:
> ISAC: «Datos actualizados. Nueva amenaza registrada. Clasificación: desconocida. Recomendación: fortalecer perímetro del refugio y mejorar armamento.»
El sonido del agua cayendo de las estalactitas llenaba la cueva con un eco tranquilo.
Oscar caminaba adelante, la linterna en su hombro apenas iluminando el pasillo rocoso.
Yumi lo seguía en silencio, cargando una caja con latas y medicinas, respirando agitada.
El aire afuera se sentía distinto. Más limpio. Más real.
Cuando salieron al exterior, la luz del amanecer los cegó unos segundos.
Oscar entrecerró los ojos, dejando las cajas en el suelo húmedo.
—Por fin… —murmuró, estirando el cuello.
Yumi soltó un suspiro corto, dejando caer su caja.
—やっと外だ… (Yatto soto da…) Por fin afuera…
Oscar la miró con una sonrisa leve y asintió.
—Sí… ya era hora.
Avanzaron por el bosque de regreso a la base, con la bruma matutina cubriéndoles los pies.
En el camino, Oscar sentía el cuerpo pesado, el arco colgando de su espalda y el metal frío de la katana que acababa de conseguir golpeándole la pierna.
Cada paso resonaba con esa sensación de logro, pero también de advertencia… como si algo dentro de él se hubiera encendido.
Al llegar al campamento —una casa aún a medio construir, paredes de troncos, el fuego apagado— dejó las cajas sobre una mesa improvisada y se dejó caer al suelo.
Y entonces… el reloj vibró.
Un zumbido grave, como un pulso eléctrico, atravesó su muñeca.
Oscar lo miró confundido. La pantalla negra se encendió sola, proyectando un holograma azul translúcido que flotó frente a él, iluminando su rostro con líneas de datos.
> [ISAC – Sistema Operativo de Asistencia y Control Adaptativo]
Vinculación completa con el usuario.
Analizando parámetros fisiológicos…
El holograma comenzó a cambiar, mostrando un modelo tridimensional de su cuerpo, girando lentamente, destacando zonas musculares, respiratorias y nerviosas.
Oscar frunció el ceño, jadeando apenas.
—¿Qué… carajos?
> 📡 ISAC:
"Sincronización establecida. Modo de supervivencia activado.
Entorno hostil detectado. Generando panel de estado."
El aire vibró, y otra proyección emergió frente a él, mostrando líneas azules flotando en el aire:
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📊 ESTADO DEL USUARIO [OSCAR GALLARDO]
> Nivel: 4
Experiencia: 320 / 500
Salud: 520 / 520
Estamina: 460 / 460
Atributo Valor
Vigor 16
Fuerza 15
Destreza 17
Aguante 15
Mente 12
Inteligencia 14
> Puntos de Atributo disponibles: 2
Puntos de Técnica: 1
> Técnicas conocidas:
– Golpe centrado
– Control de respiración
– Recolector eficiente
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Oscar observó los datos flotar.
Podía sentir su respiración acelerarse al ver las cifras, como si su cuerpo y esas líneas fueran lo mismo.
> 📡 ISAC:
"Sistema completamente operativo.
Cada acción, cada decisión, será registrada.
Adaptación y progreso vinculados a tu supervivencia."
El holograma parpadeó, reduciéndose hasta convertirse en un solo anillo azul sobre la muñeca, girando lentamente.
Oscar soltó un suspiro, pasando la mano por su cara.
—Genial… ahora tengo una voz en la cabeza que me evalúa.
Yumi se le quedó mirando, confundida.
—Oscar… ¿daijōbu? (¿Estás bien?)
Él asintió, levantándose con una sonrisa forzada.
—Sí, sí… sólo que ahora parece que tengo un entrenador personal en el reloj.
Yumi ladeó la cabeza sin entender del todo, pero sonrió.
Oscar respiró hondo, mirando la base a medio construir, el muro ya terminado, el bosque callado.
—Bueno, ISAC —dijo con tono seco—, si vas a estar aquí… espero que sirvas para algo más que hablar.
> 📡 ISAC:
"Confirmado. Sugerencia: asignar puntos de atributo antes de continuar con las labores."
Oscar se rió por lo bajo, negando con la cabeza.
—Sí, claro. Después de un café.
