2 años despues
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Han pasado dos años desde que llegué a este mundo. Dos años suficientes para diseccionarlo, entender sus leyes… y luego reescribirlas a mi conveniencia.
No fue la fuerza lo que me mantuvo con vida, ni la suerte. Fue uno de los talentos que despertaron comigo: Manipulador carismatico.
Con él aprendí a infiltrarme en cualquier círculo, a ganarme la confianza de mis vecinos, aliados o enemigos, y moldear su voluntad sin que siquiera sospecharan que ya estaban bajo mi control.
Cada sonrisa que ofrezco es una herramienta. Cada palabra, una orden disfrazada.
Mi mente militar analiza, mi calma asesina ejecuta, y mi inmortalidad me da el tiempo necesario para perfeccionarlo todo.
Este mundo alguna vez me observó con desdén. Ahora, es mi tablero.
Yo no sigo las reglas. Las creo. Y todos los demás… solo juegan en mi partida.
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Al paso del tiempo logré establecerme en este mundo. Conseguí algunos trabajos menores; lo suficiente para mantener la fachada y pagar el alquiler del lugar donde vivía.
No era comodidad lo que buscaba, sino información. Cada día era una oportunidad para observar, analizar y trazar rutas de ventaja.
Hace un año presenté mi solicitud para ingresar a Cubo, el núcleo del poder y el talento de este mundo. Manipular el maná fue un desafío… complejo, sí, pero manejable para alguien con mi nivel de control. Mi mente militar hizo el resto.
Pasé las pruebas, y con ello gané acceso. Pero no busqué destacar.
Elegí un puesto bajo, casi invisible. Desde ahí podía moverme sin llamar la atención, infiltrarme, estudiar a los llamados protagonistas y anticipar cada una de sus acciones.
Mi calma asesina me mantenía en silencio, mi manipulación carismática me abría puertas, y mi paciencia inmortal hacía el resto.
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Con mi posición asegurada, comencé a trabajar en lo verdaderamente importante: mi cuerpi y mis estadisticas.
No fue un proceso rápido ni fácil. Cada punto de mejora exigía un nivel de esfuerzo casi inhumano.
Sentía cómo mis músculos se desgarraban, mi mente se fracturaba y mi energía se extinguía una y otra vez.
Subir un solo punto era una batalla completa contra mis propios límites.
Durante esos años, apenas logré avanzar unos cuantos… pero cada uno de ellos valió la pena.
Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado: como resultado de mi disciplina y control absoluto, desperté una nueva habilidad.
Manipulación del Maná.
Al principio, dominarlo fue un infierno. El flujo era caótico, indómito, casi imposible de someter. Pero mi mente militar lo analizó, mi calma asesina lo estabilizó, y mi voluntad inmortal lo doblegó.
Ese día entendí algo esencial:
No basta con adaptarse a este mundo… hay que imponerle tu propio ritmo.
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Mundo: El Extra de la Novela (Remake)
Nombre: Kang Woo
Clase: Operador Ajin / Terror Táctico
Rango: SSS — Jefe Final
Estilo de combate: Estratega Mortal / Combate Realista
Plantilla base: Samuel T. Owen (Satō, Ajin)
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Estado Actual
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Fuerza: 44 (+78)
Velocidad: 37 (+82)
Reflejos: 48 (+90)
Resistencia: Infinita
Inteligencia táctica: 33 (+100)
Sangre fría: 25 (+100)
Control IBM: 3 (+95)
Moral: Ninguna
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Habilidades Pasivas:
Inmortalidad Ajin
Revive cada vez que muere, sin excepción. La muerte se convierte en su mejor herramienta.
Calma Asesina:
Nunca entra en pánico. Su mente se mantiene analítica, incluso frente a la destrucción.
Mente Militar:
Posee un 100% de precisión táctica y lectura del entorno. Analiza patrones, rutas de escape y puntos débiles con una frialdad sobrehumana.
Sin Remordimientos:
Sus decisiones carecen de empatía, aumentando un 50% su eficiencia al ejecutar actos brutales o estratégicamente necesarios.
Manipulación del Maná:
Controla el flujo de energía mágica con precisión quirúrgica. Puede absorber, moldear y redirigir maná de su entorno o de su propio cuerpo, adaptándolo a cualquier situación táctica.
Su dominio es tan exacto que puede amplificar ataques físicos, fortalecer defensas o alterar el equilibrio energético de sus oponentes.
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Habilidades Activas:
Respawn Táctico:
Puede suicidarse voluntariamente para reaparecer en un punto ventajoso. Usa la muerte como un movimiento táctico.
Dominio IBM:
Invoca una sombra ajin bajo su control absoluto, utilizada para ataques sigilosos, distracción o defensa.
Fuego y Reinicio:
Destruye su propio cuerpo en una explosión controlada, eliminando enemigos cercanos antes de revivir.
Emboscada Perfecta:
Si planifica un ataque con anticipación, inflige un daño del 200% al enemigo desprevenido.
Modo Masacre:
Aumenta drásticamente su velocidad, reflejos y agresividad por un corto tiempo. Su control emocional se vuelve mínimo, pero su poder, inhumano.
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Talentos Especiales:
◇ Maestro en armas: Maneja todo tipo de armamento con precisión quirúrgica.
◇ Experto en infiltración: Capaz de desaparecer entre la multitud y moverse sin ser detectado.
◇ Manipulador carismático: Controla y convence a los demás con facilidad, adaptando su comportamiento a cualquier entorno.
◇ No conoce el miedo: La amenaza, el dolor o la muerte no alteran su juicio.
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Con todo preparado, tomé la pequeña mochila donde guardaba cada billete que había ahorrado para este día.
El resto de mis pertenencias fueron enviadas directamente a Cubo; las recibiré personalmente una vez llegue.
La institución ofrece dormitorios a todos sus estudiantes hasta su graduación. Un privilegio para quienes sueñan con convertirse en héroes.
Pero ese título no significa nada para mí.
Lo verdaderamente importante es que, desde hoy, estaré en el mismo escenario que los protagonistas de esta historia.
Aun así, no tengo intención de destacar.
Mi papel es observar desde las sombras, mover los hilos con sutileza y actuar solo cuando la situación lo exija.
Después de todo, incluso una simple pieza puede alterar el resultado de toda una partida... si sabe cuándo moverse.
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Salí por la puerta sin mirar atrás.
Cada paso era medido, sin prisa ni propósito visible. No había razón para prestar atención a mi entorno; el mundo a mi alrededor era solo ruido, un decorado temporal.
Mi destino estaba claro.
En silencio, me dirigí al aeropuerto. El billete de vuelo era mi única conexión tangible con el futuro que me esperaba.
Una hora después, me encontraba dentro del avión. Elegí un asiento junto a la ventana, no por la vista, sino por la tranquilidad que ofrecía la soledad.
Mientras los demás pasajeros hablaban, reían o revisaban sus dispositivos, yo permanecí inmóvil, observando el reflejo borroso de mi rostro en el cristal.
El avión despegó, y con él, el mundo que conocía comenzó a desvanecerse.
Mi expresión se mantuvo inmutable. Ni ansiedad ni emoción; solo la calma absoluta de quien entiende que el movimiento es parte del plan.
Corea del Sur…
Allí comenzará el verdadero juego.
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El sonido metálico de las puertas automáticas me recibió al salir del aeropuerto.
El aire era diferente aquí… más limpio, más controlado. Tal vez porque todo en este país parecía funcionar con una precisión casi quirúrgica.
Sin perder tiempo, me dirigí al punto de transporte asignado. Un autobús esperaba con el emblema de Cubo, la prestigiosa institución donde se formaban los futuros héroes.
Mientras subía, observé a los demás pasajeros. Algunos charlaban nerviosos, otros sonreían con ingenua emoción. Todos compartían el mismo brillo en los ojos: el deseo de destacar.
Yo, en cambio, solo buscaba permanecer invisible.
El trayecto hacia la isla artificial fue silencioso. A través del cristal, contemplé la inmensidad del océano y la estructura de acero que emergía del agua: Cube.
Un monumento a la ambición humana… y al mismo tiempo, una jaula dorada para los que creen tener talento.
Al llegar, los altavoces anunciaron el protocolo de bienvenida. Los demás corrieron hacia el auditorio principal para presenciar la ceremonia de apertura y la presentación de los mejores ingresados.
Yo no.
Evité las multitudes y tomé un camino lateral, dirigiéndome directamente hacia la sección de alojamiento.
No había necesidad de escuchar discursos vacíos ni ver rostros destinados a ser aplastados por la realidad.
En la recepción, confirmé mi nombre y recibí una pequeña caja con mis pertenencias junto a un uniforme cuidadosamente doblado.
Mientras me dirigía a mi habitación, pensé:
"La historia comienza aquí. Pero yo no soy su protagonista…
solo la sombra que mueve los hilos desde el fondo del tablero."
Abrí la puerta, dejé la maleta en el suelo y observé el cuarto con indiferencia. Era simple, funcional, sin vida. Perfecto para alguien como yo.