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Chapter 3 - Capitulo 3 - Iniciando Mi Camino

Capitulo 3 - Iniciando Mi Camino

"Llegamos..." murmuró Leonard al pagar el taxi.

El vehículo se alejó lentamente, dejando al recién graduado frente a la vieja casa familiar. El aire nocturno era frío, y la fachada de la vivienda parecía aún más distante de lo que recordaba. Las luces interiores estaban encendidas, pero no transmitían calidez.

"Bueno... es hora de entrar." Leonard ajustó su traje y caminó hacia la puerta.

El sonido de la llave girando en la cerradura resonó en el silencio. Al abrir, lo recibió el olor familiar de la casa: una mezcla de polvo, madera vieja y desinterés. Dio un paso dentro y escuchó voces en la sala.

"¿Leonard? ¿Eres tú?" preguntó su madre desde el sofá, con tono indiferente.

"Sí, soy yo." Leonard respondió con calma, avanzando hacia ellos.

Su madre lo miró de arriba abajo, sorprendida por su apariencia. "Te ves... diferente. ¿Qué hiciste con tu cabello?"

"Me recorté. Y ya no necesito lentes." Leonard sonrió, intentando suavizar la tensión.

Su hermano mayor apareció desde la cocina, con una lata de cerveza en la mano. "Vaya, el niño prodigio volvió. ¿Qué tal la graduación?"

"Bien. Fue un día importante para mí." Leonard habló con firmeza, sin perder la compostura.

Su madre frunció el ceño. "Importante... ¿y por qué? Al final, todos se gradúan. No es nada extraordinario."

"Para mí sí lo es." Leonard la miró directamente, con una seguridad que nunca antes había mostrado. "Es el inicio de mi carrera, de mi vida real."

El silencio llenó la sala por unos segundos. Su hermano se rió con sarcasmo. "La vida real... ¿y qué piensas hacer? ¿Seguir jugando al científico?"

"Voy a trabajar en Caltech." Leonard respondió sin titubear.

Su madre arqueó una ceja. "¿Caltech? ¿Y cómo piensas mantenerte? No puedes depender de la universidad toda la vida."

"Ya pensé en eso." Leonard se acercó a la mesa y dejó su cartera. "Tengo planes, sé cómo generar ingresos extra. No voy a repetir los errores del pasado."

Su hermano lo miró con incredulidad. "¿Y desde cuándo hablas con tanta seguridad?"

"Desde que decidí que no voy a dejar que me definan." Leonard lo miró fijamente. "Ni tú, ni mamá, ni nadie."

La tensión se hizo palpable. Su madre se acomodó en el sofá, incómoda por la firmeza de su hijo. "Siempre tan dramático... pero bueno, si ya tienes todo planeado, adelante."

"Sí, adelante." Leonard respiró hondo. "Porque esta vez no voy a dejar que la frialdad de esta casa me detenga."

Su hermano bebió un trago de cerveza y se encogió de hombros. "Haz lo que quieras. Solo no esperes que te aplaudamos."

"No necesito aplausos." Leonard sonrió con calma. "Solo necesito seguir mi camino."

El silencio volvió a llenar la sala. Leonard sabía que no obtendría apoyo, pero tampoco lo buscaba. Lo que quería era dejar claro que ya no era el mismo. Que el Leonard inseguro había quedado atrás.

"Voy a descansar. Mañana será un día largo." Leonard se dirigió hacia su habitación, dejando a su familia en la sala.

Su madre lo observó mientras se alejaba. "Definitivamente... se ve distinto."

Leonard cerró la puerta de su cuarto y se dejó caer en la cama. El ambiente frío de la casa lo rodeaba, pero dentro de él había fuego. Un fuego que lo impulsaba hacia adelante.

"Mañana... comienza todo."

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"¿Ese... es Leonard?" pensó su madre, observándolo desde el sofá.

El hijo que había entrado por la puerta no era el mismo que recordaba. Más alto, más fuerte, con un porte distinto. Su cabello recortado, el traje impecable y la ausencia de lentes lo hacían parecer alguien completamente nuevo. Por primera vez en años, sintió un ligero desconcierto.

"Se ve... diferente." murmuró, aunque su tono seguía cargado de frialdad.

Su hermano mayor lo miró con incredulidad, la lata de cerveza aún en la mano. "¿Qué le pasó? Antes parecía un ratón de biblioteca, ahora parece... alguien importante."

El sarcasmo estaba ahí, pero detrás de él había sorpresa. Leonard ya no proyectaba inseguridad. Su voz era firme, sus gestos seguros, su mirada clara. Era como si hubiera dejado atrás años de dudas en un solo día.

"Habla con confianza... nunca lo había visto así." pensó su madre, incómoda.

La familia estaba acostumbrada a un Leonard que pedía permiso, que dudaba, que se escondía detrás de sus gafas. El joven que tenían frente a ellos no pedía nada. Declaraba. Afirmaba. Se imponía con naturalidad.

"¿Y desde cuándo nos mira así?" se preguntó su hermano, notando la firmeza en sus ojos.

El silencio en la sala era pesado. Cada palabra de Leonard había dejado huella. No era un discurso grandilocuente, pero sí un recordatorio de que ya no dependía de ellos. Que había tomado las riendas de su vida.

"Definitivamente... ya no es el mismo." pensó su madre, con una mezcla de molestia y reconocimiento.

Su hermano bebió otro trago de cerveza, intentando disimular la incomodidad. "No sé qué le pasó... pero ahora parece que cree en sí mismo."

La familia no lo dijo en voz alta, pero lo pensó: Leonard había cambiado. Y ese cambio los descolocaba. La frialdad que siempre habían usado como escudo ya no parecía suficiente frente a la seguridad que él irradiaba.

"Quizás... ya no podamos controlarlo." reflexionó su madre, aunque enseguida apartó la idea.

Leonard había regresado a la casa fría, pero no como el hijo inseguro que habían ignorado durante años. Ahora era alguien distinto, alguien que los obligaba a mirarlo con otros ojos.

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"¿Hola? ¿Leonard Hofstadter?" preguntó una voz seria al otro lado de la línea.

"Sí, soy yo." Leonard respondió con calma, sosteniendo el teléfono con firmeza.

"Le hablamos del Instituto de Tecnología de California, Caltech." continuó la voz. "Queríamos informarle que hemos revisado su solicitud y sus recomendaciones. Nos complace decirle que ha sido seleccionado para ocupar un puesto en nuestro departamento de física experimental."

"¿En serio? Eso es... increíble." Leonard sonrió, aunque su tono se mantuvo profesional.

"Sí, señor Hofstadter. Su perfil académico es sólido, y sus profesores han hablado muy bien de usted. Creemos que puede aportar mucho a nuestras investigaciones."

"Lo agradezco mucho. Caltech siempre ha sido mi meta." Leonard se recostó en la silla, dejando que la emoción lo recorriera.

"Queríamos confirmar si está disponible para incorporarse en las próximas semanas. El contrato inicial cubrirá un periodo de prueba, con posibilidad de extensión según resultados."

"Estoy disponible. De hecho, acabo de graduarme y estoy listo para comenzar." Leonard respondió con seguridad.

"Perfecto. La universidad ofrece un salario competitivo y beneficios. Sabemos que está en una etapa de transición, así que queremos asegurarnos de que tenga lo necesario para establecerse en Pasadena."

"Eso me tranquiliza. Estoy dispuesto a mudarme y adaptarme." Leonard habló con firmeza, consciente de que este era el inicio de su nueva vida.

"Muy bien. Le enviaremos los documentos por correo electrónico. Necesitamos su confirmación en los próximos días. ¿Tiene alguna pregunta?"

"Sí... ¿qué tipo de proyectos estaré manejando?" Leonard preguntó, aprovechando su nueva claridad mental.

"Principalmente experimentos relacionados con óptica cuántica y superconductividad. Sabemos que tiene experiencia en esos campos, y queremos que se integre en un equipo que ya está trabajando en ello."

"Eso suena perfecto. Estoy ansioso por empezar." Leonard sonrió, imaginando las posibilidades.

"Entonces, bienvenido a Caltech, señor Hofstadter."

"Gracias. No los defraudaré." Leonard respondió con firmeza, antes de que la llamada terminara.

El silencio volvió a llenar la habitación. Leonard dejó el teléfono sobre la mesa y respiró hondo. La emoción lo invadía, pero también la certeza de que estaba preparado.

"Lo logré... tengo el futuro en mis manos." murmuró, mirando al techo.

Su madre, que había escuchado parte de la conversación desde el pasillo, frunció el ceño. "¿Caltech? ¿De verdad te aceptaron?"

"Sí. Empiezo en unas semanas." Leonard respondió con calma.

Su hermano apareció con la lata de cerveza en la mano. "Vaya... parece que el ratón de biblioteca consiguió algo grande."

"Ya no soy un ratón de biblioteca." Leonard lo miró con firmeza. "Soy un científico... y voy a demostrarlo."

El silencio volvió a llenar la casa. Por primera vez, su familia lo miraba con una mezcla de sorpresa y respeto. Leonard sabía que no cambiarían de la noche a la mañana, pero ya no necesitaba su aprobación.

"Pasadena... allá voy." murmuró, con una sonrisa segura.

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"Necesito ingresos adicionales." Leonard habló en voz baja, sentado frente a su escritorio.

La oferta de Caltech estaba asegurada, pero sabía que depender únicamente de un salario académico no sería suficiente. Con su memoria eidetica y su capacidad creativa, tenía una ventaja única: podía escribir novelas que aún no existían en su tiempo, pero que sabía serían éxitos en el futuro.

"Voy a crear novelas... pero no cualquiera. Serán las que triunfen en el futuro."

Leonard repasó mentalmente los títulos que recordaba del canon cultural del 2025. Obras que habían marcado tendencias, que se habían convertido en bestsellers internacionales. En su época, principios de los 2000, aún no existían. Eso le daba una oportunidad única: adelantarse y ser el primero en publicarlas.

"Primera novela... The Hunger Games." Leonard sonrió. "Suzanne Collins la publicará en 2008, pero yo puedo escribirla ahora. Una distopía juvenil con un mensaje fuerte. Las editoriales la devorarán."

"Segunda novela... The Fault in Our Stars." Su mirada se endureció. "John Green la lanzará en 2012, pero yo puedo recrearla antes. Una historia de amor y tragedia que conmoverá a millones."

"Tercera novela... Gone Girl." Leonard se recostó en la silla. "Gillian Flynn la publicará en 2012, pero yo puedo adelantarme. Un thriller psicológico con giros inesperados. Perfecto para atraer a editoriales y lectores adultos."

El espejo frente a él reflejaba a un Leonard distinto: no solo el científico, sino también el creador. Con su empatía profunda, podía construir personajes realistas, capaces de transmitir emociones auténticas. Con su claridad mental, podía estructurar tramas complejas sin perder coherencia.

"Esto no es solo un pasatiempo... es un negocio."

Leonard abrió su cartera y revisó el dinero que tenía. Podía invertir en autopublicación digital, pero lo más inteligente sería presentar manuscritos a editoriales tradicionales. Con historias tan poderosas y originales para su tiempo, sabía que lo aceptarían de inmediato.

"Si publico estas tres... tendré ingresos constantes y reputación."

Las páginas comenzaron a llenarse de palabras. Cada línea era precisa, cada diálogo natural, cada descripción vívida. Leonard no solo estaba creando novelas, estaba construyendo un nuevo camino financiero.

"Soy científico... pero también seré escritor de éxito."

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"Buenos días, vengo a una cita con el señor Martínez." Leo habló con voz firme al llegar a la recepción de la editorial.

La recepcionista lo miró con curiosidad. El traje negro impecable, el porte seguro y la mirada clara lo hacían destacar entre los demás visitantes. Revisó la agenda y asintió. "Sí, lo esperan en el piso tres. Puede subir."

"Gracias." Leo sonrió, ajustando su corbata antes de dirigirse al elevador.

El trayecto fue breve, pero en su mente repasaba cada detalle. Tenía en sus manos los manuscritos de tres novelas que, en su tiempo, aún no existían. Obras que en el futuro serían bestsellers internacionales. Su plan era simple: adelantarse y convertirse en un autor reconocido, asegurando ingresos sólidos además de su carrera científica.

"Hoy no soy Leonard Hofstadter... soy Leo, el escritor."

Al llegar al piso tres, un asistente lo condujo a una oficina amplia, con paredes cubiertas de libros y diplomas. Detrás de un escritorio de madera oscura, un hombre de mediana edad lo esperaba.

"Señor Hofstadter, bienvenido." dijo el ejecutivo, levantándose para estrecharle la mano.

"Por favor, dígame Leo." respondió con una sonrisa segura.

El ejecutivo arqueó una ceja, sorprendido por la firmeza del joven. "Leo, entonces. Tome asiento."

"Gracias." Leo se acomodó en la silla frente al escritorio, colocando cuidadosamente los manuscritos sobre la mesa.

"Así que quiere publicar novelas." El ejecutivo lo miró con interés. "No es común que un recién graduado en física venga con literatura bajo el brazo."

"Lo sé." Leo asintió. "Pero tengo historias que creo pueden marcar una diferencia. Y quiero mostrárselas."

El ejecutivo tomó el primer manuscrito. "¿Título?"

"Los Juegos del Hambre." Leo respondió con calma.

El hombre frunció el ceño. "Interesante. ¿De qué trata?"

"Una distopía juvenil." Leo comenzó a explicar. "Un futuro donde un gobierno totalitario organiza competencias mortales entre jóvenes para mantener el control. Es una crítica social disfrazada de entretenimiento, con personajes fuertes y un mensaje poderoso."

El ejecutivo hojeó las primeras páginas. Su expresión cambió de curiosidad a concentración.

"Esto... tiene potencial." murmuró. "El ritmo es ágil, los personajes son claros, y la premisa es provocadora."

"Es solo el inicio." Leo sonrió. "Tengo más."

El ejecutivo levantó la vista. "¿Más?"

"Sí. Bajo la misma estrella." Leo colocó el segundo manuscrito sobre la mesa.

"¿Y este?"

"Un drama contemporáneo." Leo explicó. "Dos adolescentes con enfermedades terminales que encuentran amor y sentido en medio de la tragedia. Es una historia sobre la vida, la muerte y la belleza de los pequeños momentos."

El ejecutivo abrió el manuscrito y leyó un párrafo. Su rostro se suavizó.

"Esto... es conmovedor." dijo en voz baja. "Tiene un tono auténtico, honesto. Podría conectar con un público amplio."

"Exactamente." Leo afirmó. "No es solo entretenimiento, es una experiencia emocional."

El ejecutivo dejó el manuscrito y miró el tercero. "¿Y este?"

"Perdida." Leo respondió. "Un thriller psicológico. Una mujer desaparece, y su esposo se convierte en el principal sospechoso. La historia juega con las percepciones, los giros inesperados y la manipulación mediática."

El ejecutivo abrió el manuscrito y leyó las primeras páginas. Su expresión se endureció, intrigada.

"Esto... es oscuro, pero fascinante."

"Es un espejo de la sociedad." Leo explicó. "La forma en que los medios construyen narrativas, cómo las relaciones pueden ocultar secretos, y cómo la verdad puede ser más peligrosa que la mentira."

El silencio llenó la oficina. El ejecutivo dejó los tres manuscritos sobre la mesa y se recostó en su silla.

"Leo... esto es impresionante."

"Gracias." Leo respondió con calma, aunque su corazón latía con fuerza.

"No suelo decir esto en la primera reunión, pero sus novelas tienen un nivel que rara vez veo en autores nuevos." El ejecutivo lo miró fijamente. "¿Cómo lo hizo?"

"Digamos que... tengo una visión clara de lo que quiero contar." Leo sonrió, evitando revelar demasiado.

El ejecutivo asintió lentamente. "Podríamos trabajar con esto. Pero publicar tres novelas de golpe es arriesgado. ¿Cuál quiere lanzar primero?"

"Los Juegos del Hambre." Leo respondió sin dudar. "Es la más comercial, la que puede atraer a un público amplio y abrir puertas para las demás."

"Estoy de acuerdo." El ejecutivo tomó notas. "Podríamos posicionarla como una saga, con posibilidad de secuelas."

"Exactamente lo que tenía en mente." Leo afirmó.

El hombre lo miró con atención. "Leo, usted no parece un escritor inseguro. Habla con confianza, sabe lo que quiere. Eso es raro en alguien tan joven."

"Porque sé que estas historias pueden cambiar vidas." Leo respondió con firmeza.

El ejecutivo sonrió. "Me gusta su actitud. Déjeme hablar con el comité editorial. Si todo sale bien, podríamos firmar un contrato en las próximas semanas."

"Perfecto." Leo se levantó, estrechando la mano del hombre. "Gracias por su tiempo."

"Gracias a usted, Leo. Creo que tiene un futuro brillante."

Leo salió de la oficina con una sonrisa. Había dado el primer paso. Sus novelas estaban en manos de la editorial, y la reacción había sido positiva.

"Lo logré." murmuró mientras caminaba por el pasillo.

El ascensor lo llevó de regreso al lobby. La recepcionista lo miró con curiosidad. "¿Cómo le fue?"

"Muy bien." Leo respondió con una sonrisa segura.

Al salir a la calle, el aire fresco lo envolvió. El mundo parecía distinto. Ya no era solo un científico recién graduado. Ahora era un escritor con un futuro prometedor.

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"Señor Hofstadter, bienvenido de nuevo." dijo el ejecutivo de la editorial, estrechando la mano de Leo.

"Por favor, dígame Leo." respondió con una sonrisa segura, acompañado de su abogado.

El despacho estaba preparado para la reunión. Sobre la mesa reposaban varias carpetas con documentos, borradores del contrato y un bolígrafo elegante. El ambiente era solemne, cargado de expectativa.

"Hoy vamos a cerrar el acuerdo." añadió el ejecutivo, acomodándose en su silla. "La editorial está entusiasmada con sus manuscritos."

"Lo sé." Leo asintió. "Y por eso quiero que todo quede claro."

Su abogado, un hombre de mirada aguda y voz firme, abrió la carpeta y comenzó a revisar las cláusulas. "El contrato establece un adelanto inicial de veinte mil dólares y regalías estándar del diez por ciento sobre ventas."

"Diez por ciento..." Leo repitió en voz baja, mirando al ejecutivo.

"Es lo habitual para autores nuevos." explicó el hombre. "Un adelanto generoso y regalías estándar. Es un buen trato."

"No para mí." Leo lo interrumpió con calma. "No quiero dinero inmediato. Quiero regalías más altas."

El ejecutivo arqueó una ceja. "¿Más altas? ¿De cuánto estamos hablando?"

"Quiero veinte por ciento." Leo respondió sin titubear.

El silencio llenó la sala. El abogado lo miró con sorpresa, aunque sabía que su cliente tenía un plan. El ejecutivo se recostó en la silla, evaluando la petición.

"Leo... eso es el doble de lo que ofrecemos a cualquier autor nuevo. Es arriesgado."

"Arriesgado para ustedes, pero justo para mí." Leo lo miró fijamente. "Sé el impacto que tendrán mis novelas. No son historias comunes. Son obras que van a marcar una generación."

El ejecutivo frunció el ceño. "Todos los autores creen que su obra es especial."

"Yo no lo creo." Leo sonrió con calma. "Yo lo sé."

Su abogado intervino. "Mi cliente está dispuesto a renunciar a parte del adelanto inicial si se ajustan las regalías. Prefiere ingresos a largo plazo."

El ejecutivo lo miró con incredulidad. "¿Renunciar al adelanto?"

"Exacto." Leo asintió. "No necesito dinero rápido. Necesito un contrato que refleje el valor real de mis libros."

El silencio volvió a llenar la sala. El ejecutivo hojeó el contrato, pensativo.

"Leo... usted habla con una seguridad poco común."

"Porque tengo claridad." Leo respondió. "Sé cómo reaccionará el público. Sé que estas historias se venderán en millones de copias. Y quiero que mi acuerdo refleje eso."

El abogado reforzó la idea. "Mi cliente no está pidiendo un favor. Está ofreciendo una oportunidad. Si sus libros funcionan como él asegura, la editorial ganará más que con cualquier otro autor nuevo."

El ejecutivo suspiró. "Veinte por ciento es demasiado. Podría considerar quince."

"Quince no es suficiente." Leo lo miró con firmeza. "Quiero veinte. Y estoy dispuesto a demostrarlo."

El hombre lo observó en silencio. Había algo en la mirada de Leo que lo descolocaba. No era arrogancia, era certeza. Una seguridad que rara vez veía en autores jóvenes.

"¿Por qué está tan seguro?" preguntó finalmente.

"Porque tengo la habilidad de entender lo que la gente necesita leer." Leo respondió. "Mis historias no son solo entretenimiento. Son espejos de la sociedad, emociones que conectan, giros que atrapan. No estoy improvisando. Estoy adelantado a mi tiempo."

El ejecutivo se recostó en la silla, pensativo. El abogado aprovechó el momento. "Podemos cerrar hoy mismo si ajustamos las regalías. Mi cliente está listo para firmar."

El silencio se prolongó. Finalmente, el ejecutivo tomó el contrato y comenzó a escribir modificaciones.

"Veinte por ciento sobre ventas físicas y digitales." murmuró mientras anotaba. "Pero el adelanto se reduce a diez mil."

"Perfecto." Leo sonrió. "Eso es lo que quiero."

El abogado revisó las nuevas cláusulas y asintió. "Está en orden."

El ejecutivo extendió el contrato. "Leo, espero que esté tan seguro como parece. Porque si esto funciona... será histórico."

"Lo será." Leo tomó el bolígrafo y firmó con calma.

El abogado firmó como testigo. El ejecutivo estampó el sello de la editorial. El contrato estaba cerrado.

"Bienvenido oficialmente a nuestra casa editorial." dijo el hombre, estrechando la mano de Leo.

"Gracias." Leo respondió con firmeza. "No los defraudaré."

Al salir del despacho, el abogado lo miró con una sonrisa. "No todos los autores logran doblar las reglas en su primera reunión. Lo que hiciste fue impresionante."

"No fue suerte." Leo respondió. "Fue visión."

El aire fresco de la calle lo envolvió. Con el contrato en la mano, sabía que había asegurado no solo un futuro económico, sino también un lugar en la historia literaria.

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