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Chapter 9 - "EL REGRESO DE PAPÁ"

Narrado por Hinata Rhiuus

Habían pasado dos días desde que mamá nos dio la noticia:

papá por fin regresaba a casa.

Desde el amanecer, el hogar entero estaba lleno de movimiento.

Entre risas, pasos apresurados y el aroma del desayuno, todos ayudábamos a dejarlo todo perfecto para su llegada.

Edu y Kenji se encargaban del jardín —aunque más parecía que competían por quién barría más rápido—, mientras mamá preparaba su plato favorito.

Yo, por mi parte, no podía quedarme quieta.

Cada vez que escuchaba el viento golpear las ventanas o el crujido del portón, mi corazón daba un salto.

Hoy era el gran día.

Después de tanto tiempo, volvería a verlo.

A papá.

Estaba emocionada… pero también un poco nerviosa.

Quería mostrarle cuánto había crecido, cuánto había aprendido en estas semanas junto a Shizuka y Azumi.

Quería que se sintiera orgulloso de mí, que viera que su pequeña hija ya podía sostener un Don o una espada, que ya no era una niña que solo miraba desde lejos.

El sol brillaba alto sobre el techo del dojo y una brisa fresca recorría los pasillos de madera.

Todo parecía más vivo, como si incluso la casa supiera que algo importante estaba por ocurrir.

—¿Hinata? —llamó mamá desde la cocina—. ¿Podrías revisar si los manteles ya están secos?

—¡Sí, mamá! —respondí corriendo.

Mientras doblaba los manteles, no pude evitar sonreír.

Por fin, todo volvería a ser como antes.

La casa olía a pan recién hecho y flores frescas, mamá tarareaba una vieja melodía mientras revisaba los últimos detalles, y el viento traía ese aire cálido que solo se siente cuando algo bueno está por suceder.

Doblé el último mantel con cuidado y me quedé mirando la mesa, impecable.

—Perfecto —susurré con satisfacción.

Miré a mi alrededor, buscando si quedaba algo más por hacer. Todo parecía en orden... hasta que un grito desgarró la paz de la mañana.

—¡ZUZU, SUELTA ESO AHORA MISMO! —la voz de Edu resonó desde el patio.

Solté el mantel que tenía en las manos y corrí hacia la ventana.

Ahí estaba mi hermano, en plena persecución de Zuzu, que corría como una flecha con algo rojo en el hocico.

—¿Qué estás haciendo ahora, Zuzu…? —murmuré mientras observaba la escena.

Edu corría detrás de ella con una mezcla de furia y desesperación.

—¡Esa cinta es para la bienvenida de papá! ¡Devuélvela, ladrona peluda!

Zuzu, por supuesto, no tenía ninguna intención de obedecer.

Saltaba entre las macetas, esquivando los intentos de Edu con una elegancia insultante.

Su cola se movía de lado a lado, como si disfrutara cada segundo de la persecución.

Edu, con el ceño fruncido y el orgullo herido, corrió tras ella.

—¡Soy el hombre de la casa ahora, obedece a tu líder! —exclamó, agitando los brazos como si eso fuera a convencerla.

Zuzu se detuvo solo para mirarlo de reojo con esa mirada felina que decía "¿lideresa yo? Por favor."

Luego, con un salto ágil, se subió al tejado del cobertizo, dejando a Edu en el suelo con las manos vacías.

Kenji, que observaba la escena desde la cerca, estalló en carcajadas.

—¡Ja! Ni siquiera papá logra que esa gata lo escuche, y tú crees que lo hará contigo.

—¡Cállate y ayúdame, inútil! —gruñó Edu, intentando trepar tras ella.

Pero en cuanto pisó el borde del tejado, la madera crujió… y crash, terminó cayendo directo sobre una canasta de ropa limpia.

Las sábanas volaron por el aire como si fuera nieve.

—¿Edu? —pregunté entre risas mientras lo ayudaba a incorporarse.

—Estoy bien… creo —dijo con una media sonrisa, con un calcetín enredado en el cabello—. Pero juro que esa gata está conspirando contra mí.

Zuzu, desde el techo, soltó un maullido triunfal y dejó caer la cinta justo sobre su cabeza.

Kenji se dobló de la risa.

—Ahí tienes tu trofeo, líder de la casa.

—Cuando papá llegue, le diré que tú tampoco hiciste nada —replicó Edu, fulminándolo con la mirada.

—Oh, no, por favor, gran héroe vencido por una gata —bromeó Kenji, haciendo una reverencia exagerada.

Yo no podía parar de reír.

Fue justo en ese momento cuando mamá apareció en la puerta, cruzándose de brazos.

—¿Puedo saber por qué hay ropa por todo el patio y una cinta mordida en el suelo?

Edu y Kenji se quedaron congelados.

Zuzu, como si entendiera la situación, bajó con gracia, se sentó frente a mamá y maulló suavemente.

Mamá suspiró y se llevó una mano al rostro.

—Ya veo… la reina de la casa vuelve a imponer su autoridad.

Los tres rompimos en risas, incluso Zuzu, que maulló como si se burlara de todos nosotros.

—Bueno, niños, por favor prepárense —dijo mamá con una sonrisa cansada, pero emocionada—. Azumi y Shizuka ya tienen todo listo en la entrada, solo faltamos nosotros.

Papá está por llegar y tenemos que recibirlo como se merece, así que ¡rápido!

—¡Sí, mamá! —respondimos al unísono, casi atropellándonos mientras salíamos corriendo hacia la entrada.

Todo el lugar se veía hermoso, adornado con cintas, flores y faroles de papel que bailaban con el viento.

Zuzu nos seguía de cerca, caminando con la elegancia de quien sabe que es el centro de atención.

Cuando llegamos, Azumi y Shizuka ya estaban allí, de pie frente al portón principal.

Azumi, con los brazos cruzados, golpeaba el suelo con el pie, visiblemente impaciente.

—Casi que no llegan, niños —dijo arqueando una ceja—. Si fuera una misión real, los habrían eliminado hace cinco minutos.

Kenji soltó una risita nerviosa.

—Bueno, por suerte, hoy no nos están atacando demonios, ¿no?

—No todavía —replicó Azumi, pero su tono era más burlón que serio.

Shizuka, en cambio, nos miró con esa expresión serena que siempre tenía, aunque sus ojos reflejaban una cálida emoción.

—Dejen de pelear, ustedes dos. Hoy es un día especial.

Edu sonrió ampliamente, con las manos en los bolsillos.

—Sí… papá está de regreso.

Mamá se acercó lentamente, alisando su vestido mientras miraba hacia el camino que se extendía más allá de las puertas.

El viento sopló con suavidad, moviendo su cabello y las cintas de los adornos.

—Han pasado tantos días… —susurró ella, casi para sí misma—. Espero que esté bien.

Puse una mano sobre la suya.

—Lo estará, mamá —le dije con una sonrisa—. Papá siempre cumple sus promesas.

Azumi asintió con los brazos cruzados.

—Y si es el mismo Jared que conocí, seguro llega con una sonrisa y un saco lleno de historias imposibles.

Edu rió.

—Y probablemente con algo raro que encontró por el camino… como aquella vez que trajo una serpiente sagrada pensando que era un lazo de entrenamiento.

Todos reímos, y por un momento el ambiente se llenó de esa calidez que solo una familia puede tener.

Las risas, la brisa, el sonido del viento entre los árboles… todo se sentía perfecto.

Era como si el mundo, por fin, respirara paz.

Y entonces, a lo lejos, una figura comenzó a verse.

Firme, constante.

Cada paso que daba hacía latir mi corazón más rápido.

Mamá levantó la vista.

Sus ojos, brillantes como el reflejo del sol en el agua, se llenaron de lágrimas.

—Es él… —susurró con una mezcla de emoción y alivio.

El corazón me dio un vuelco.

—¡Es él! ¡Es papá! —grité, sin poder contener la emoción.

Edu, que intentaba mantener su postura seria, no tardó ni dos segundos en echar a correr.

—¡Viejo! ¡Por fin volviste! —gritó agitando los brazos.

Kenji lo siguió, pero no sin antes tropezar con una cuerda decorativa que había colocado Zuzu como si fuera una trampa improvisada.

—¡Ahhh! —se oyó el golpe seco—. ¡¿Quién demonios deja cuerdas en medio del camino?!

Azumi soltó una carcajada contenida.

—Tal vez el destino intentaba recordarte que no estás listo para el campo de batalla, genio.

Zuzu maulló desde el tejado, con su cola moviéndose de un lado a otro como si se burlara.

Edu ignoró el caos a su alrededor y se lanzó hacia la figura que se acercaba.

Jared desmontó con una sonrisa amplia, su capa cubierta de polvo y su cabello ligeramente despeinado.

—Vaya recibimiento… —dijo con una risa profunda—. Esperaba algo más formal, pero esto… esto me gusta más.

Mamá llegó justo a tiempo para abrazarlo.

Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.

—Tardaste demasiado —susurró entre risas—.

Jared le acarició la mejilla.

—Sabes que los caminos no siempre son amables, pero mira… —levantó una pequeña bolsa de cuero—. No vengo con las manos vacías.

Edu cruzó los brazos.

—¿Qué trajiste esta vez? ¿Otra serpiente "amigable"?

—¡Oye! Esa serpiente era un guardián sagrado… —respondió Jared con fingida indignación—. Aunque, bueno… resultó morderme el trasero, así que quizá no era tan sagrada como pensaba.

Todos estallamos en risas. Incluso Azumi tuvo que cubrirse la boca para disimular la suya.

Shizuka, que observaba desde el porche, negó con una sonrisa tranquila.

—Al menos volvió entero esta vez.

Jared se giró hacia nosotros.

—Vaya… Hinata, estás enorme. Y más hermosa de lo que recordaba.

Sentí que mis mejillas se encendían.

—Papá… no digas eso delante de todos.

—¿Y tú, Kenji? —continuó Jared, dándole una palmada en el hombro—. Sigues con ese aire de estratega.

Kenji sonrió con orgullo.

—Intento mantener la cabeza fría, ya sabes… alguien tiene que compensar el caos de Edu.

—¡Oye! —replicó Edu ofendido—. El caos también es una estrategia… a veces.

—Claro, hijo, claro —respondió Jared riendo—. Tú sigues con la estrategia de romperlo todo hasta que funcione, ¿no?

Zuzu saltó del tejado y se acercó caminando con elegancia hasta los pies de Jared, mirándolo con ese aire de superioridad que solo ella podía tener.

—Vaya, si no es la verdadera dueña de la casa —dijo Jared agachándose para acariciarla.

Zuzu maulló suavemente y luego le dio un zarpazo en la mano.

—¡Auch! —rió Jared sacudiéndose los dedos—. Sí, definitivamente me extrañaste, pequeña tirana.

Mamá suspiró con una sonrisa.

—Bienvenido, señor Jared —dijeron Azumi y Shizuka al unísono, haciendo una reverencia cortés.

Papá rió, pasándose una mano por el cabello.

—Por favor, sin tanta formalidad… hace demasiado que no oigo voces familiares.

—Entonces entra —dijo mamá sonriendo—. Esta casa volvió a ser tuya desde el momento en que cruzaste el camino.

Papá asintió, respiró profundo y, con una sonrisa nostálgica, murmuró:

—Nada como el olor de casa…

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