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Chapter 90 - Capitulo 85 - Dia de Descanso 12

Capitulo 85 - Dia de Descanso 12

El cielo aún estaba en penumbra cuando Cody cruzó el patio rumbo al comedor. El aire era fresco, con ese silencio que solo existe antes de que el día comience de verdad. No había voces, ni pasos, ni cámaras encendidas. Solo el crujido de sus zapatillas sobre la tierra húmeda y el murmullo lejano de las hojas moviéndose con el viento.

Empujó la puerta del comedor con suavidad. Dentro, las mesas estaban vacías, los tableros del torneo aún dispersos, algunos con piezas en posición como si las partidas se hubieran congelado en el tiempo. El lugar olía a madera, a café viejo, y a algo que solo existe en las mañanas tranquilas: posibilidad.

En la cocina, el Chef ya estaba despierto. No cocinando, sino sentado en una silla junto a la ventana, con una taza de café en la mano y los ojos entrecerrados. Parecía más una sombra que una figura, como si el día aún no lo hubiera reclamado del todo.

Cody se detuvo en el umbral, sin hacer ruido. El Chef lo notó igual.

"¿Ya estás aquí?" dijo el Chef, sin girar la cabeza.

"Como siempre," respondió Cody, dejando su mochila en una esquina. "Me gusta llegar antes que el ruido."

El Chef soltó un resoplido que no era burla, sino reconocimiento. "Tienes la costumbre de los que trabajan en serio."

Cody se acercó, apoyándose en el marco de la puerta. "¿Qué hay para hoy?"

El Chef levantó la taza, la giró entre los dedos. "Nada aún. Estaba pensando en hacer lo mismo de siempre. Huevos, pan, fruta. Lo básico."

Cody se quedó en silencio un momento. Luego habló con calma.

"¿Puedo hacerlo yo?"

El Chef giró la cabeza. "¿Todo?"

"Sí," dijo Cody. "Quiero preparar el desayuno completo. Desde cero."

El Chef lo miró con una ceja levantada. "¿Por qué?"

Cody se encogió de hombros. "No sé. Tal vez porque ayer fue un buen día. El torneo, las risas, la comida compartida. Me gustó verlos así. Y quiero que hoy empiece igual."

El Chef lo observó en silencio. Luego se levantó, caminó hacia la alacena y abrió la puerta. Harina, huevos, frutas, especias. Todo en orden, todo esperando.

"¿Sabes lo que estás pidiendo?" dijo el Chef, sin tono de advertencia. Más como una pregunta seria.

"Sí," dijo Cody. "Y si sale mal, me haces limpiar todo."

El Chef soltó una risa breve. "Eso de todos modos."

Cody sonrió. "Entonces trato hecho."

El Chef se acercó, le entregó un manojo de llaves. "Tienes acceso a todo. Pero no me hagas arrepentirme."

"No lo haré," dijo Cody, tomando las llaves con cuidado.

El Chef se dirigió a la puerta trasera, con su taza aún en la mano. "Voy a sentarme afuera. A ver si el mundo no se cae sin mí."

"¿Y si se cae?" preguntó Cody.

"Entonces que caiga con buen desayuno," dijo el Chef, saliendo.

Cody lo vio alejarse, luego entró a la cocina. Se lavó las manos, se colocó un trapo al hombro, y miró los ingredientes como si fueran piezas de un nuevo juego.

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En la cocina, Cody estaba solo.

Se lavó las manos con calma, se colocó el trapo al hombro, y abrió la alacena. Harina, huevos, leche, frutas, especias, queso, vegetales. Todo en orden. Todo esperando. No había voces. No había cámaras. Solo él, el espacio, y una idea que empezaba a tomar forma.

Pensó en el menú. No quería hacer algo común. Tampoco algo imposible. Solo algo que dijera "hoy es especial". Algo que se sintiera completo. Algo que pudiera compartirse sin palabras.

Comenzó por lo más fresco. Cortó manzana, mango, papaya, fresa y uvas en cubos pequeños. Los mezcló en un tazón de barro, los roció con jugo de naranja recién exprimido y un toque de jengibre rallado. Agregó hojas de menta picadas finamente, y una pizca de sal para resaltar los sabores. La mezcla brillaba con colores suaves, como si el día ya estuviera servido en pequeños cuencos de madera.

Luego preparó la masa. Harina, agua tibia, levadura, sal, aceite de oliva. Amasó con paciencia, dejando que el calor de sus manos activara la mezcla. La dejó reposar mientras preparaba el relleno. En una sartén, salteó cebolla, pimiento rojo, espinaca y champiñones. Agregó ajo, sal, pimienta, y al final, queso rallado con un toque de orégano seco. El aroma comenzó a subir, envolviendo la cocina en algo cálido y reconfortante.

Dividió la masa en porciones, las estiró en círculos, colocó el relleno en el centro y las cerró con cuidado, formando medias lunas perfectas. Las pintó con huevo batido y las colocó en el horno, que ya estaba caliente. Mientras se cocinaban, el aire se llenó de ese olor profundo que no se parece al desayuno típico. Era más como el recuerdo de una panadería escondida en medio del bosque.

Mientras los calzones doraban, Cody preparó algo más. En un tazón grande, mezcló leche, crema, azúcar y extracto de vainilla. Luego agregó puré de fresa y plátano, creando una base cremosa y dulce. Vertió la mezcla en el cilindro metálico del congelador manual, lo colocó dentro de la caja con sal gruesa y hielo, y comenzó a girar la manivela.

El proceso era lento. Repetitivo. Pero él no se quejaba. Giraba con paciencia, sintiendo cómo la mezcla se espesaba poco a poco. El frío se acumulaba en sus dedos, pero él seguía. No por perfección, sino por intención. Cuando el helado estuvo listo, lo colocó en un recipiente grande, lo cubrió con una tela húmeda y lo dejó en el congelador para mantenerlo firme.

Los calzones salieron del horno dorados, crujientes por fuera y suaves por dentro. Cody los colocó en platos de madera, acompañados por una ramita de romero y un pequeño cuenco con salsa de tomate casera. Sirvió el jugo de naranja con jengibre en jarras de barro. Preparó café en termos metálicos. Colocó los platos en fila, cada uno con su entrada, su calzone y una porción de helado decorada con una hoja de menta y ralladura de limón.

Cuando terminó, se quedó de pie frente a la cocina, observando su obra. No era un desayuno de competencia. No era parte del juego. Era algo más simple. Más suyo.

El comedor seguía vacío. El sol comenzaba a entrar por las ventanas, iluminando los bordes de los tableros aún dispersos. Cody se apoyó en la encimera, respiró hondo, y sonrió.

Hoy, el día empezaría distinto.

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El sol apenas comenzaba a filtrarse entre los árboles cuando los primeros campistas salieron de sus cabañas. El aire era fresco, con esa calma que solo existe antes de que el día se acelere. No había gritos, ni carreras, ni discusiones. Solo pasos tranquilos, voces bajas, y una sensación compartida: algo especial estaba por comenzar.

Gwen fue la primera en detenerse. Había salido con el cabello aún húmedo, una sudadera ligera y los ojos entrecerrados. Pero algo la hizo frenar. Un aroma. No el típico olor a café quemado o pan tostado sin entusiasmo. Era otra cosa. Dulce, cálido, especiado. Familiar.

"Ya empezó," murmuró, girando hacia el comedor.

Bridgette apareció detrás de ella, estirándose. "¿Lo hueles también?"

"Claro," dijo Gwen, ya caminando. "Es Cody. Se nota."

Courtney, Lindsay, Beth y DJ se unieron poco a poco, atraídos por el mismo aroma. Algunos aún bostezaban, otros caminaban con curiosidad. Nadie preguntaba quién estaba cocinando. Todos lo sabían. Y eso hacía que el aire se llenara de expectativa.

Cuando llegaron al comedor, lo primero que vieron fue al Chef sentado afuera, en una silla de madera, con una taza de café en la mano y los pies cruzados. No cocinaba. No gritaba. No parecía molesto. Solo estaba ahí, como si el mundo funcionara sin él por unas horas.

"¿Está descansando?" dijo Courtney, incrédula.

"Está dejando que el artista trabaje," dijo Gwen, sonriendo.

El Chef levantó la vista, los observó con calma, y luego habló.

"Hoy Cody se encarga de todo."

No hubo sorpresa. Solo una especie de asentimiento colectivo. Como si todos supieran que eso significaba algo bueno. Algo que valía la pena esperar.

"¿Crees que hizo panqueques?" dijo Beth, con los ojos brillando.

"Yo apuesto por waffles," dijo Lindsay, girando sobre sus talones.

"¿Y si son tostadas francesas?" dijo Bridgette. "Con fruta encima."

"Cody no repite por repetir," dijo Gwen. "Seguro se inventó algo nuevo."

Los campistas comenzaron a entrar. No con prisa, sino con una especie de reverencia informal. Como si supieran que estaban entrando a un lugar donde el día comenzaba distinto.

El comedor estaba transformado. Las mesas estaban limpias, organizadas. En cada una había platos de madera, jarras de barro, pequeños cuencos con fruta fresca decorada con hojas de menta. El aire estaba lleno de aromas: pan horneado, especias suaves, café recién hecho, y algo más dulce que nadie podía identificar del todo.

En la cocina, Cody trabajaba en silencio. Giraba la manivela de un congelador manual con paciencia, mientras una mezcla cremosa se espesaba poco a poco. Tenía el trapo al hombro, las mangas arremangadas, y una expresión de concentración tranquila.

Noah fue el primero en hablar. "¿Qué hay en el menú?"

Cody levantó la vista, sonrió. "Fruta fresca con menta. Jugo de naranja con jengibre. Café. Y helado casero de fresa, plátano y vainilla."

"¿Y lo principal?" preguntó DJ, ya sentado.

Cody se acercó a la mesa más grande, donde había una bandeja cubierta con tela húmeda. Con un gesto suave, retiró la tela y dejó ver una fila de medias lunas doradas, crujientes por fuera, con aroma a queso, especias y algo vegetal.

"Calzones de desayuno," dijo. "Masa casera, relleno de vegetales salteados, queso, y un toque de orégano."

Hubo un momento de silencio. No por sorpresa, sino por respeto.

"¿Esto lo hiciste tú solo?" preguntó Harold, aunque ya sabía la respuesta.

"Desde temprano," dijo Cody.

"¿Giraste todo el helado tú?" dijo Beth.

"Sí," dijo Cody. "Es lento, pero funciona."

Los demás comenzaron a acercarse. Owen, Trent, Leshawna. Algunos con los ojos aún medio cerrados, otros ya despiertos por completo. Todos se detenían al ver los platos, los colores, el orden. Era como si el comedor hubiera cambiado de propósito. Ya no era solo un lugar para comer. Era un lugar para estar.

"Esto parece una celebración," dijo Bridgette, tomando asiento.

"Lo es," dijo Lindsay. "Es desayuno Cody."

Los campistas comenzaron a sentarse. No hubo gritos, ni carreras, ni peleas por lugar. Solo movimiento suave, palabras bajas, y una especie de respeto que no era común en el campamento. Como si todos entendieran que esto no era solo comida. Era algo hecho con intención.

Cody servía con calma. No corría, no se agobiaba. Iba de mesa en mesa, ofreciendo café, ajustando platos, respondiendo preguntas. Su energía no era la del anfitrión nervioso. Era la de alguien que había hecho algo con cariño, y ahora solo quería compartirlo.

"Esto es mejor que cualquier desayuno que hemos tenido," dijo Bridgette, mirando su plato.

"Y no tuvimos que pelear por él," dijo Courtney.

"Ni caer al agua," agregó Owen, con la boca llena.

El Chef seguía afuera, observando sin intervenir. De vez en cuando tomaba un sorbo de café, pero no decía nada. Solo asentía, como si todo estuviera saliendo como debía.

Cody se sentó en una esquina, con su propio plato. No buscaba elogios. Solo quería ver si lo que había hecho funcionaba.

Y funcionaba.

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El comedor estaba lleno de voces suaves, risas contenidas y el sonido de cubiertos sobre platos de madera. El desayuno de Cody había logrado lo que ningún desafío había conseguido: que todos se sentaran juntos, sin prisas, sin competencia, solo con el deseo de disfrutar.

En una de las mesas centrales, Cody servía café mientras Owen se inclinaba sobre su plato, oliendo con entusiasmo.

"¿Esto tiene orégano?" preguntó Owen, con la nariz casi tocando el calzone.

"Y albahaca," dijo Cody, sonriendo. "Pero solo un poco. El queso es el que manda."

"¿Qué tipo de queso?" preguntó Noah, que ya había dado dos mordidas y estaba analizando la textura.

"Una mezcla," respondió Cody. "Mozzarella, un poco de cheddar, y algo sin etiqueta que encontré en la despensa. Lo probé y funcionaba."

"¿Funcionaba?" dijo Leshawna, riendo. "¿Así decides los ingredientes?"

"Si no me mata, lo uso," dijo Cody, encogiéndose de hombros.

"Eso explica el sabor," dijo Owen. "Es como si el calzone tuviera personalidad."

"Es como si tuviera historia," agregó Noah. "No solo sabor. Intención."

Leshawna asintió. "Y el helado... eso ya es otro nivel. ¿Le pusiste plátano?"

"Sí," dijo Cody. "Y fresa. La base es leche, crema, azúcar y vainilla. Lo demás es cariño."

En otra mesa, Courtney y Bridgette comían despacio, con los platos casi intactos, no por falta de hambre, sino porque estaban disfrutando cada bocado como si fuera parte de una conversación más grande.

"¿Te imaginas despertar con esto en casa?" dijo Courtney, mirando su calzone como si fuera una promesa.

"¿Despertar y que alguien te diga 'ya está listo el desayuno'?" dijo Bridgette, sonriendo.

"Y que sea esto," dijo Courtney. "No cereal. No pan seco. Esto."

Bridgette se recostó en su silla, pensativa. "Sería como vivir en una película. O en una casa donde alguien realmente te conoce."

"Como Cody," dijo Courtney, bajando la voz.

Bridgette la miró. "¿Tú también lo pensaste?"

Courtney sonrió, sin responder. Ambas se quedaron en silencio, comiendo despacio, imaginando vidas distintas, más suaves, más cuidadas.

En la esquina opuesta, Lindsay estaba fascinada con el helado. Lo probaba en cucharadas pequeñas, como si cada una fuera una revelación.

"Esto es como... como si el verano y el invierno se abrazaran," dijo.

Beth se rió. "¿Eso es una metáfora?"

"¡Sí!" dijo Lindsay. "Porque es frío, pero dulce. Y suave. Y feliz."

"¿Crees que Cody podría hacer uno de mango?" preguntó Beth.

"¡O de coco!" dijo Lindsay. "O de chocolate con menta. O de... ¿zanahoria?"

Beth la miró. "¿Zanahoria?"

"Bueno, tal vez no," dijo Lindsay, riendo. "Pero si Cody lo hace, seguro sabe bien."

Un poco más allá, Harold masticaba con cara de juicio. No parecía disfrutar. O al menos no quería admitirlo. Se inclinó hacia Trent, que comía en silencio, con la mirada fija en la mesa de la cocina, donde Cody y Gwen reían juntos mientras limpiaban.

"¿No crees que están exagerando?" murmuró Harold, bajando la voz. "Digo, no es para tanto. Es solo comida."

Trent no respondió. Masticó despacio, sin apartar la vista de Gwen. Ella se inclinaba hacia Cody, riendo por algo que él acababa de decir. Cody le ofrecía una cucharilla con helado, y ella la aceptaba sin dudar, probando con una sonrisa que parecía más íntima de lo que Trent estaba dispuesto a ver.

Harold insistió. "O sea, yo también podría hacer algo así. Si me dejaran la cocina, claro. Pero no, todo es Cody, Cody, Cody..."

Trent bajó la mirada a su plato. El calzone estaba perfecto. El relleno cálido, el queso fundido, la masa crujiente. No podía negarlo: estaba delicioso. Pero eso no era lo que le molestaba.

Era la forma en que Gwen lo miraba.

La forma en que se reía con él.

La forma en que Cody, sin esfuerzo, parecía encajar en un lugar que Trent había querido ocupar desde el primer día.

No dijo nada. Solo asintió, como si estuviera de acuerdo con Harold. Pero por dentro, sabía que no lo estaba. No era la comida lo que le molestaba. Era Cody. O más bien, lo que Cody provocaba en los demás. En Gwen.

Harold, por su parte, seguía murmurando. "Seguro usó trucos. Cosas que ya tenía listas. No es tan difícil si tienes tiempo y acceso a todo."

Trent no respondió. No porque estuviera de acuerdo, sino porque no confiaba en su voz. Porque si hablaba, tal vez diría algo que no quería admitir.

Que estaba celoso.

Y que no sabía qué hacer con eso.

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El desayuno había terminado, pero nadie se movía. Los platos estaban vacíos, las tazas medio llenas, y el comedor seguía envuelto en esa atmósfera suave que Cody había creado sin querer. Algunos campistas se recostaban en sus sillas, otros hablaban en voz baja, y unos cuantos simplemente miraban por la ventana como si el día no tuviera prisa.

Owen fue el primero en romper el silencio.

"¿Y ahora qué?" dijo, con la voz aún llena de helado. "¿Cuál es el plan?"

No lo dijo como una pregunta. Lo dijo como una costumbre. Como quien sabe que después del desayuno viene algo más, algo que Cody ya pensó, ya preparó, ya tiene listo.

Lindsay, que estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la silla, levantó la mano como si estuviera en clase. "¡Sí! ¡El plan! ¡Tu plan!"

Noah, desde su rincón, levantó una ceja. "¿Desde cuándo Cody organiza el día?"

"Desde que hizo la primera fiesta," dijo Bridgette, sin dudar

"Y la competencia de baile," agregó Courtney, sonriendo

"¡Y el juego de bolos!" dijo Lindsay. "¡Eso fue arte!"

Beth asintió. "Cody siempre tiene algo. Siempre."

Cody se rascó la nuca, incómodo. "No tenía nada preparado. Solo... quería que comieran bien."

Leshawna se cruzó de brazos, sonriendo. "Pues ahora te toca entretenernos."

"¿Yo?" dijo Cody, mirando alrededor. "¿Todos quieren que yo decida?"

"¡Sí!" dijeron Owen y Lindsay al mismo tiempo, como si fuera obvio.

Harold, desde su mesa, murmuró algo que nadie pidió repetir. Trent, en silencio, observaba a Cody con una mezcla de atención y algo más difícil de nombrar. Gwen, a su lado, soltó una risa breve.

Cody suspiró. "Está bien. Pero necesito tiempo."

"¿Cuánto tiempo?" preguntó Owen, como si fuera una urgencia.

"Un rato," dijo Cody. "Déjenme pensar. No quiero repetir nada."

"¿Y si es algo con pintura?" dijo Lindsay. "O con agua. O con disfraces."

"¿O con comida?" dijo Owen. "¡Otra ronda de helado!"

"¿O algo con pistas?" dijo Noah. "Como la vez que escondiste mensajes en los árboles."

Cody se sentó en una silla, sacó una libreta de su mochila y comenzó a garabatear. No era un planificador. No era un líder. Pero algo en la energía del grupo lo empujaba a pensar. A crear.

Y mientras escribía, los demás lo miraban con una familiaridad que no se había dicho en voz alta, pero que ya vivía entre ellos. Cody era el que pensaba en todos. El que llenaba los huecos. El que hacía que el día tuviera forma.

"Denme una hora," dijo, sin levantar la vista. "Y les prometo que será algo nuevo."

Los campistas se dispersaron con una mezcla de emoción y paciencia. Algunos se fueron a caminar, otros se quedaron cerca, esperando. Como si supieran que lo que venía valía la pena.

Y Cody, solo en su rincón, comenzó a imaginar.

---

El comedor ya estaba medio vacío, pero las chicas se habían quedado juntas en una de las mesas, rodeadas de platos vacíos, tazas tibias y el eco suave de un desayuno que había sido más que comida. Afuera, Cody seguía sentado con su libreta, pensando en la próxima actividad. Nadie lo molestaba. Todos sabían que cuando Cody pensaba, algo bueno estaba por venir.

Gwen se estiró en su silla, con el cabello recogido en una trenza floja. "¿Se han dado cuenta de que sin Cody esto sería... insoportable?"

Bridgette asintió, girando su taza entre las manos. "Sí. Solo retos, barro, gritos. Y Chris con sus ideas de tortura disfrazadas de entretenimiento."

Courtney se acomodó el cuello de su sudadera. "Y sin horarios. Sin ritmo. Sin momentos como este."

Beth sonrió. "Es como si Cody fuera el que le pone alma al campamento."

Lindsay, aún con una cucharada de helado en la boca, levantó la mano como si estuviera en clase. "¡Y hace que todo se sienta como vacaciones! ¡Con juegos, fiestas, bailes!"

"Y comida deliciosa" dijo Bridgette, riendo. "¿Quién hace eso?"

"Cody," dijeron todas al mismo tiempo.

Gwen se apoyó en la mesa, mirando hacia donde él seguía escribiendo. "Y lo hace sin que se lo pidamos. Como si ya supiera que lo necesitamos."

Courtney bajó la mirada a su taza. "Es raro sentir eso aquí. Que alguien te cuide sin esperar nada."

Bridgette la miró. "¿Te imaginas estar aquí sin él?"

"Sería como estar atrapadas en un reality de tortura," dijo Beth.

"Solo retos, barro y cámaras," dijo Lindsay. "Y Chris gritando desde los altavoces."

"Y ahora el es novio de Gwen..." pensó Courtney, sin decirlo en voz alta. "Maldita sea."

Bridgette la miró de reojo, como si hubiera escuchado el pensamiento. Pero no dijo nada. Solo sonrió, cómplice.

Gwen seguía mirando a Cody, sin darse cuenta de las miradas cruzadas. "Lo bueno de tenerlo aquí es que hace que esto se sienta menos como un juego... y más como una vida."

Las demás se quedaron en silencio. No por incomodidad. Por acuerdo.

Y afuera, sin saberlo, Cody seguía pensando en cómo hacer que el día fuera especial.

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"¿Entonces qué toca hoy?" preguntó Owen, saliendo del comedor con una mancha de mermelada en la mejilla.

"¿Algo que implique correr o algo que implique sentarse?" dijo Noah, caminando a su lado con las manos en los bolsillos.

"Algo que implique construir," respondió Cody, sin voltear, mientras se dirigía hacia su cabaña.

Owen se detuvo. "¿Construir qué? ¿Una catapulta? ¿Una pista de baile?"

Noah levantó una ceja. "¿Una réplica del Chef hecha de cartón?"

"Frisbeegolf," dijo Cody, saliendo de la cabaña con tres frisbees de madera bajo el brazo. Cada uno tenía un diseño distinto: uno con bordes lisos, otro con ranuras talladas, y el tercero con una pequeña estrella pintada en el centro.

"¿Tú hiciste esos?" preguntó Owen, tomando el frisbee con la estrella.

"Sí," dijo Cody. "Los tallé ayer en la tarde. Quería probar algo distinto."

"¿Y no se rompen si los lanzamos fuerte?" preguntó Noah, examinando el de ranuras.

"Ya los probé," dijo Cody. "Resisten más que Owen en una carrera."

"¡Oye!" protestó Owen. "¡Yo tengo resistencia emocional!"

"Eso no cuenta en frisbeegolf," dijo Noah.

Cody sonrió. "Vamos a armar tres hoyos. Cada uno con un nivel de dificultad distinto. Diez, veinte y treinta puntos."

"¿Y qué usamos como hoyos?" preguntó Owen. "¿Cubetas? ¿Conos? ¿Mi boca?"

"Tu boca no tiene valor de treinta puntos," dijo Noah.

"¡Tiene valor emocional!" insistió Owen.

"Vamos a usar lo que tengamos," dijo Cody. "Madera, cuerdas, conos, lo que sirva. La idea es que cada hoyo tenga una forma distinta. Uno fácil, uno medio, uno difícil."

"¿Y los lanzamientos?" preguntó Noah.

"Desde una línea fija," dijo Cody. "Tres tiros por ronda. El que sume más puntos gana."

Caminaron hacia la zona de materiales detrás del comedor. Había tablas sueltas, conos viejos, cuerdas, una red rota y un par de cubetas. Era como un taller improvisado.

"Esto es como un buffet de ideas," dijo Owen, tomando una tabla y usándola como guitarra.

"Esto es como un basurero con potencial," dijo Noah, examinando una red rasgada.

"Esto es perfecto," dijo Cody, tomando una tabla larga. "Vamos a empezar con el hoyo de diez puntos. Tiene que ser fácil, pero no aburrido."

"¿Qué tal dos conos separados y una red detrás?" sugirió Owen. "Si pasa entre los conos y toca la red, cuenta."

"Funciona," dijo Cody. "Vamos a clavarlos en el suelo y tensar la red."

Noah ayudó a sujetar la red con dos estacas improvisadas. Owen se encargó de los conos, aunque los puso tan separados que parecía una portería de fútbol.

"Más juntos," dijo Cody.

"¡Pero así tengo más chances!" protestó Owen.

"Justamente por eso," dijo Noah, acercando los conos.

El primer hoyo quedó listo: dos conos al frente, una red detrás, y una línea de tiro marcada con una cuerda.

"Ahora el segundo," dijo Cody. "Veinte puntos. Tiene que ser más difícil. ¿Qué tal una tabla con un hueco en el centro?"

"¿Como una ventana?" dijo Noah.

"Exacto," respondió Cody. "Si el frisbee pasa por el hueco sin tocar los bordes, cuenta."

"¿Y si lo lanzo con los ojos cerrados?" preguntó Owen.

"Entonces cuenta doble si entra," dijo Cody.

"¿Eso es oficial?" preguntó Noah.

"No," dijo Cody. "Pero suena divertido."

Buscaron una tabla grande, la apoyaron entre dos cubetas y marcaron el centro con cinta. Luego reforzaron los lados con cuerdas para que no se cayera.

"Esto parece una obra de arte moderna," dijo Owen.

"Esto parece una trampa," dijo Noah.

"Esto parece frisbeegolf," dijo Cody.

El segundo hoyo quedó listo: una tabla vertical con un hueco en el centro, y una línea de tiro a tres metros.

"Ahora el tercero," dijo Cody. "Treinta puntos. El más difícil."

"¿Qué tal una caja inclinada?" sugirió Noah. "Que el frisbee tenga que entrar por arriba y quedarse dentro."

"¿Y si rebota?" preguntó Owen.

"No cuenta," dijo Cody. "Tiene que entrar limpio y quedarse."

"¡Eso es imposible!" gritó Owen.

"Eso es el reto," dijo Noah.

Encontraron una caja vieja, la inclinaron sobre una piedra y la aseguraron con cuerdas. Luego marcaron la entrada con cinta roja.

"Esto parece una rampa para ratones ninja," dijo Owen.

"Esto parece una pesadilla para frisbees," dijo Noah.

"Esto parece justo," dijo Cody.

Los tres se pararon frente a los tres hoyos, observando su obra.

"¿Y ahora qué?" preguntó Owen.

"Ahora descansamos," dijo Cody. "Y luego jugamos."

"¿Y si jugamos sin descansar?" dijo Owen.

"¿Y si tú descansas sin jugar?" dijo Noah.

"¿Y si yo lanzo mientras descanso?" dijo Owen, acostándose en el pasto con el frisbee sobre el pecho.

Cody se sentó en una piedra, mirando los hoyos con satisfacción.

"Esto va a estar bueno," dijo.

"Esto va a estar raro," dijo Noah.

"Esto va a estar legendario," dijo Owen.

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