"¿En serio… volví a estar aquí?"
Eso se repetía el joven Nao mientras yacía en medio de una ciudad destruida, molido a golpes por un demonio que parecía ileso ante la catástrofe.La destrucción era absoluta; la tierra temblaba, el aire ardía. Entre el humo, una mujer gritaba su nombre —Nao— antes de caer, cubierta en sangre.
Y entonces, todo se apagó.
Despertó como si nada.Frente a él estaba la misma mujer, Ayame, la que momentos antes había muerto.
Nao no entendía nada. Por un instante pensó que quizá estaba muerto, que aquello era el paraíso… y que no le importaría pasarlo con ella.
Pero al preguntarle la fecha, Ayame respondió:—"Hoy es 16 de noviembre del año 1457."
Una semana antes del desastre.
Antes de poder procesarlo, ella lo apuró:—"¡Nao! Llegarás tarde a la exploración."
Ese fue el día en que todo comenzó.
Nao, uno de los cinco héroes legendarios del mundo, el más fuerte de todos.El que mató al Rey Demonio él solo, con talento y un poco de suerte.
Después de aquella victoria, vivió la vida soñada: exploraciones, reconocimiento, poder. Pero su corazón se había vuelto hueco. Y en aquella mazmorra —la que parecía simple— algo ocurrió… algo que nunca pudo olvidar.
Decidido a enfrentarlo todo de nuevo, Nao volvió a la mazmorra.Encontró la misma piedra, mató a los mismos monstruos, venció al jefe con un solo golpe…
Y, aun así, la pesadilla regresó.
Una aura maligna devoraba los cuerpos en la oscuridad.
Esta vez bajó a investigar. Pero no halló nada. Solo el eco de su respiración.
Hasta que el demonio apareció.
No tuvo tiempo de reaccionar.
Y despertó… intacto.
Volvió a su aldea.
Un incendio la consumía por completo. Su madre pendía del cuello, atrapada por un esqueleto gigantesco. Murió en un solo golpe.
Su padre, el líder del pueblo, yacía atravesado por cinco espadas.
La impotencia lo destrozó. Intentó salvar a quien pudiera, pero fue inútil.Sintió lo mismo que todos aquellos monstruos que había derrotado: desesperación, rabia, miedo.
Entonces, vio la silueta del demonio.
Intentó usar su habilidad —Eclipse—, pero fue en vano.
El demonio lo aplastó con pura fuerza bruta.
Y volvió a empezar.
Una, dos, tres… siete veces.
Cada intento terminaba igual. Muerte, fuego, vacío.
Hasta que algo cambió.
Esta vez, el bucle no lo llevó al desastre. Lo arrastró más atrás.
Dos años antes.
Justo antes de enfrentarse al Rey Demonio.
Nao abrió las puertas de la sala del trono.
Ahí estaba él. La misma sonrisa cruel. Las mismas hordas de bestias esperando la orden.
Fuego, explosiones, acero. Un caos infernal lo envolvió.
Pero cuando el humo se disipó, Nao seguía de pie.Un aura azul envolvía su cuerpo.
—"ECLIPSE."
La palabra resonó como un rugido.En un instante, todo ser viviente, salvo el Rey Demonio, fue reducido a polvo.
El Rey Demonio lo miró, incrédulo, pero sin miedo.—"En este mundo no hay espacio para los débiles," dijo. "Únete a mí, Nao. Eres fuerte."
Nao no respondió.Esta vez, no sabía si debía aceptar… si debía cambiar su destino.
Su mente era un laberinto de recuerdos rotos.
El Rey Demonio intentó aprovechar su distracción, pero Nao se movió antes de que pudiera pestañear.
—"Dos… media luna."
Con esas palabras, el aire se fracturó.El Rey Demonio lanzó fuego, oscuridad, destrucción… pero nada lo alcanzó.
Nao dio un paso. Luego otro.
Y desapareció.
El Rey Demonio no lo comprendía.Nao tampoco.
Solo sentía algo que creía perdido: vida.
Por primera vez en años, su corazón latía con fuerza.
Pero antes de entenderlo, algo invisible atravesó el cuerpo del Rey Demonio.
El enemigo cayó.
Y Nao, solo frente al trono vacío, se dio cuenta de algo terrible.
Aquello…no había terminado.
