5 de enero del 2023.En todos los rincones del mundo estaba pasando lo mismo. Las bases aéreas reportaban una y otra vez la misma anomalía: una persona moviéndose a una velocidad absurda hacia un mismo punto del planeta.
No era ninguna sorpresa para los altos mandos. Ya sabían que algo así iba a pasar. Había solo tres lugares "neutros" donde una reunión así podía llevarse a cabo: la Antártida, el espacio… o altamar.
Al final, Irene escogió la Antártida. El Polo Sur.
Lugar: Antártida
Hora: desconocida
Irene llevaba varios minutos quieta, mirando el paisaje blanco que parecía no terminar nunca. Había visto nieve antes, claro, pero no tanta. Y mucho menos este nivel de hielo, viento y silencio. Le parecía hermoso. Como un lugar que el ser humano no había logrado arruinar del todo…todavía.
Eso la hizo pensar en la contaminación. Con el poder que tenía ahora, y el que tenían los demás… ¿no podrían arreglar algo de todo ese desastre? Tal vez solo necesitaban pensar en la forma correcta de hacerlo.
Sus ideas quedaron en pausa cuando escuchó un sonido lejano, aunque a estas alturas "lejano" significaba casi nada para ella. Un segundo después, una figura apareció entre la ventisca.
Era un hombre negro, de cabello corto. Llevaba una camisa con patrones geométricos de colores, un pantalón verde… y sandalias. Irene no pudo evitar preguntarse cómo diablos había llegado con sandalias a ese frío.
—Hola —dijo él en un inglés impecable—. ¿En qué idioma será la reunión?
—No sé, pero supongo que en inglés —respondió Irene—. Al final es el idioma que más gente usa.
Él asintió con la cabeza.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella.
—Perdona la falta de modales. Soy Thabo, de Sudáfrica.
Tenía sentido. Era uno de los países más cercanos a la Antártida.
—Tú eres Irene, ¿no?
—Sí. ¿Lo supiste por el vínculo mental?
—Sí. Es una habilidad interesante. Podemos hablar por ahí si queremos.
—Muy útil —dijo Irene.
Antes de que pudieran decir algo más, otra presencia se acercó a toda velocidad. Otro borrón. Otro aterrizaje.
Esta vez era un hombre también de piel oscura pero más clara, pelo encrespado, camiseta de fútbol, pantalones negros y tenis. Aterrizó con una sonrisa tranquila.
—Olá, em que idioma falamos? —preguntó.
Irene y Thabo se miraron, y ella respondió:
—En inglés, si puedes.
—Claro, lo aprendí ayer —contestó como si no fuera nada.
—Me llamo João Ferreira, de Brasil —añadió—. A ti te ubico —señaló a Irene—, pero a ti no —miró a Thabo.
Antes de que Thabo hablara, Irene lo interrumpió suavemente:
—Creo que es mejor esperar a que lleguen todos y después presentarnos. Así no repetimos todo tres veces.
Thabo estuvo de acuerdo con un movimiento de cabeza. Ferreira se encogió de hombros.
Estados Unidos – Horas antes
En una base militar estadounidense, Lauren Brooks caminaba hacia la salida como si nada. Los soldados, tensos, recibieron la orden:
—¡Deténganla!
me voy dijo mientras doblaba la puerta como si no pesara toneladas y estuviese reforzada.
—Voy a la reunión —dijo con un tono tan calmado que asustó más que si hubiera gritado—.No vuelvan a intentar encerrarme.
En un parpadeo, un destello blanco la envolvió. Y desapareció en el cielo.
Aviso importante Esta obra es una creación de ficción. Los personajes, sucesos y diálogos aquí descritos son producto de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con personas reales, incluidas figuras públicas como presidentes, líderes políticos o instituciones, es utilizada únicamente con fines narrativos y no pretende reflejar hechos reales ni opiniones sobre dichas personas o entidades. No debe interpretarse como una representación fiel de la realidad, sino como parte de un universo ficticio.
