La noche en Aldoria no era como ninguna otra. El cielo se desgarraba con relámpago que no traía lluvia, sino destellos de luz y sombras entrelazados, como si dos fuerzas eternas lucharan por el dominio del mundo. Los sabios del reino miraban al firmamento con temor: era un presagio que no aparecía hacia milenios.
En medio de aquel caos, en una aldea cercana a Luminaris, un niño nació. Su llanto no fue un sonido común: resonó como un eco que atravesó las murallas del reino, como si la tierra misma respondiera a su llegada.
De entre las nubes descendió una figura envuelta de esplendor: Astralis, la Diosa de la Luz. Sus alas iluminaban la oscuridad, y su mirada era solemne. Se inclinó sobre el recién nacido y susurro:
"Este niño no debe ser conocido aún no.
Su destino es demasiado grande para ser comprendido en.
Él es el Catalizador."
Con un gesto ocultó al niño entre los humanos, disfrazado su origen para que nadie sospechara. El mundo debía creer que era un joven común, hasta que llegara el día en que la profesía se cumpliera.
El niño recibió un nombre sencillo, casi olvidable: Eiden Kyros. Pero aquella noche, marcada por relámpago de luz y sombras, el mundo cambió para siempre.
